Importa mucho el debate sobrio, coherente, organizado y fundado con los especialistas que, frecuentemente, ven con cierta y justificada desconfianza a la dirigencia opositora, proclive al encuentro efímero de distracción que no le exija más que su notable presencia. Ha sido tan impactante la informalidad, disonancia, improvisación y ligereza en los encuentros y las relaciones políticas intentadas, que – sentimos – la academia tiende legítimamente a sospechar de las discusiones compartidas sobre los asuntos públicos.
Ciertamente, el oficio político es también una especialidad, aunque parece cada vez más huérfano del conocimiento y de la destreza que les son necesarios, cuando – décadas atrás, con independencia de toda militancia – exhibió voceros con una preocupación por el estudio equivalente a la de la tribuna de calle. Por distintos motivos, hundidos en el atraso, urgimos de una actualización de ideas y perspectivas que no sólo le den prestancia y riqueza a la polémica indispensable, sino que ésta se prolongue y enriquezca a través de conclusiones y resultados que nos lleven a una mayor claridad y mejor eficiencia de las iniciativas planteadas o por plantearse.
Recientemente, tuvimos la ocasión de participar en un importante foro sobre la vigencia de la Constitución, en la histórica – ya remodelada y renombrada – Sala E de la Universidad Central de Venezuela, con los distinguidos juristas José Guillermo Andueza, Tulio Álvarez y Carlos García. Aceptamos y cumplimos con la generosa invitación de los doctores Alfredo Arismendi y Luis Molina, junto al profesorado y el estudiantado de Derecho Constitucional de la citada casa de estudios: nos satisfizo constatar no sólo el interés de la audiencia por el problemario actual, sino lograr la otra perspectiva que los venezolanos nos merecemos, en el esfuerzo de una renovada interpretación de los acontecimientos para los cuales ya no caben las viejas nociones heredadas.
Se ha dicho hasta el hastío, hemos pasado de la cultura oral a la electrónica, festejando la simple inmediatez y superficialidad de criterios, opiniones y gestos que la escrita suele negar. Consabido, cada vez más nos aislamos de las grandes corrientes universales del pensamiento, quebradas las editoriales y librerías del patio, imposibilitada la importación de títulos y las visitas – antaño recurrentes – de los más sonados catedráticos, por lo que debemos redoblar nuestros esfuerzos por alcanzar esa renovada interpretación: hasta el estudiantado del pregrado debe muchísimo al fotocopiador que pone en sus manos la obra prestada por un preocupado docente que sabe muy bien que acá no se conseguirá, angustiados profesor y discípulo por traducir lo que milagrosamente entra por un viajero al que se le agradece la búsqueda curiosa en el exterior.
Ni siquiera en los períodos más oscuros de nuestro historial republicano, perdimos a quienes tienen por oficio el pensamiento, aunque nunca podemos subestimar los riesgos actuales. Para la transición democrática, es nuestro convencimiento, contamos – por lo menos – con juristas capaces de contribuir a la ineludible navegación que, por otros mares, nos permitirán llegar a buen puerto.
DC / Luis Barragán / Diputado AN / @LuisBarraganJ