Semanas atrás, un amigo nos invitó a conversar en un encuentro informal con sus colegas sociólogos, alrededor de un café en la Universidad Central de Venezuela (UCV), quienes sintieron la curiosidad de conocer la versión que tiene un parlamentario de oposición sobre la crisis. Debidamente prevenidos, afinamos algunas nociones sobre un específico asunto: el de la Fuerza Armada y la gobernabilidad, pues, al grupo en cuestión, alrededor de siete u ocho – además – docentes, le llamó la atención algunos de los videos de nuestras intervenciones sobre la materia en el anterior período legislativo, localizables en las redes sociales.
La gobernabilidad (y la gobernanza), constituye un término de fácil, continuo y también confuso empleo que, por todos estos años, abanicando distintos autores, Manuel Alcántara Sáez [“Gobernabilidad, crisis y cambio”, FCE, México,1995: 29 ss.] nos ha ayudado a precisar, tomando nota de algunas variables de las que depende, como una sociedad civil fortalecida acorde a una evolucionada cultura política, la orientación y comportamiento de la economía, y la creciente integración de todos los sectores al esfuerzo productivo. Abriendo el abanico, pudiera inferirse que la ingobernabilidad remite a una débil sociedad civil de atrasada cultura política, desorientada y “mal comportada” la economía, con la exclusión progresiva de todos los sectores sociales, aunque es necesario abundar en facetas más concretas y paradójicas: una sociedad civil que se fortalece, actualizándose, combatida por el poder político que la obstaculiza y criminaliza; la inestabilidad política y estado generalizado de zozobra, cuando las instituciones no responden a las demandas de la población; la ineficacia e ineficiencia de las autoridades públicas, auspiciando las opciones que enfatizan un mero sentido de supervivencia; y la evidente inconstitucionalidad de las decisiones públicas, difíciles de apañar a través de las maniobras judiciales.
La situación venezolana actual, ejemplificándonos que la (in) gobernabilidad no es un fenómeno pasajero, nos permite – asimismo – señalar que, convertida en una parcialidad política e ideológica, la corporación castrense hace una importante contribución al avalar la inconstitucionalidad de las decisiones gubernamentales de las que se convierte o la convierten en vocera estelar, como los insólitos decretos de emergencia; obviar toda expresión de la sociedad política y de la sociedad civil, debidamente representadas en una Asamblea Nacional, por cierto, renovada; reforzar el fracasado modelo económico, incorporándose en áreas que no conciernen a claros e inequívocos objetivos para la defensa de la nación, verbigracia la empresa petrolera de reciente creación; y ni siquiera garantizar la integridad de las personas y bienes en áreas sometidas al consabido Estado de Excepción, por no citar lo que ha ocurrido y ocurre en Tumeremo y sus inmediaciones.
Francine Jácome [“Fuerza Armada, Estado y sociedad civil”, ILDIS, Caracas, 2011: http://library.fes.de/pdf-files/bueros/caracas/08765.pdf], expone tres motivos fundamentales de la particular contribución: el incremento de la desinstitucionalización del Estado, erigiendo una suerte de tutela de la entidad castrense, añadida la creación de distritos militares para casos “especiales”; la existencia y presencia de grupos armados o paramilitares, afines política e ideológicamente al gobierno nacional, no sólo con ejercicio práctico de autoridad en el ámbito rural y en el urbano, sino portadores de armas de guerra (fusiles, granadas y artefactos lacrimógenos); y el agotado manejo tradicional del problema de la inseguridad personal, diríamos que espectacularmente represivo (Plan Patria Segura y los operativos conocidos como OLP), agravador – sin dudas – del flagelo. Además, atendimos otras tempranas reflexiones, como las de Deborah L. Norden [“La democracia en uniforme: Chávez y las fuerzas armadas”, en: “La política venezolana en la época de Chávez: clases, polarización y conflicto”, Nueva Sociedad – UDO, Caracas, 2003: 121 ss.], pues, “a pesar de los procedimientos democráticos de Chávez, su asonada provocaba los mismos problemas que tienden a surgir después de un golpe castrense: la militarización de la política y la politización de lo militar”, aunque están sujetas a discusión algunas consideraciones sobre el carácter dictatorial del gobierno (acercándolo a los “regímenes castrenses modernos”), y la creación simultánea de nuevas instituciones democráticas,
La conversación en los predios universitarios, fue grata y, a veces, acalorada, gracias al esfuerzo que uno de los contertulios, un convencido marxista, hizo para forzar una respuesta favorable al actual orden de cosas, sin pérdida alguna de cordialidad. Por diferentes razones, siendo una de ellas, el exilio voluntario del acá mal pagado académico y promotor de la peña, no ha sido posible repetir la experiencia, aunque acotemos dos circunstancias: por una parte, la crisis continua en su dinámica hacia el mayor deterioro, como proceso y no como momento, siendo mensurable objetiva y subjetivamente, de acuerdo al intento conceptual de Alcántara Sáez; y, por otra, suele ocurrir, nos excedimos un poco en la tarea encomendada, como el Pantaleón Pantoja de Vargas Llosa.
DC / Luis Barragán / Ex Diputado AN / @LuisBarraganJ