Nuevamente, el extraño síntoma: aún antes de los inicios del régimen, el extinto presidente lo halagó y, ahora, el sucesor repite el gesto. Podrá decirse, en un caso, se impuso el espíritu de cuerpo, mientras en el otro, que sepamos, ni siquiera prestó el servicio militar.
Nada sorprende que ahora considere a Marcos Pérez Jiménez, como el creador de toda la infraestructura básica con la que cuenta el país, o el mayor constructor de viviendas en toda su historia, pues, al fin y al cabo, Nicolás Maduro fue canciller por largos seis años y, públicamente, en la Asamblea Nacional, no supo distinguir entre un tratado y un laudo, a propósito de la reclamación esequibana. Es decir, ni siquiera se enteró de los fundamentos del oficio cotidiano, por lo que tampoco puede esperarse una mejor noticia en torno a sus conocimientos históricos, haciéndose eco – seguramente – de la tradición oral de un hogar donde anidó esa faceta concreta del imaginario colectivo sobre el dictador; e, igualmente, evidenciando que faltó a los presuntos cursos de formación ideológica y política del movimiento que lo adscribió en sus años mozos, como el del mero azar que lo convirtió en inquilino de Miraflores.
Existe una ya vasta literatura sobre la etapa perezjimenista, por lo que huelga entrar en detalles salvo la recomendación de un título reciente: “Cuando las bayonetas hablan. Nuevas miradas sobre la dictadura militar 1948-1958” (Unimet-UCAB, Caracas, 2015), en el que quince autores tratan la materia desde distintas perspectivas. Digamos que un espléndido jugador de béisbol no tiene obligación alguna de conocer la historia de la disciplina deportiva, pero de llegar a dirigir a su equipo, por lo menos, se verá forzado a conocer tanto de las viejas estrategias como de los estrategas que las idearon y aplicaron, de los estelares desempeños en el juego por remotos que fuesen o de las estadísticas más significativas. Por consiguiente, alguna diferencia apreciamos entre el activista y el líder.
Podrá alegarse que, en efecto, el hijo de Michelena batió un récord inigualable de gestión, pero no debemos obviar que, después de 1958, supimos del extraordinario Complejo Hidroeléctrico de Guri, por citar solo un caso, y que, después, el mismo Maduro Moros se ha encargado de destruir. O que el gobierno actual jura romper las cifras históricas como constructor de viviendas y, al mismo tiempo, todavía tímidas, el Banco Central revela las de una grave contracción de la industria de la construcción.
Faltan buenos guionistas para sustanciar un poco más la verborrea presidencial, pues, incurre en desatinos que en nada abonan a una diferencia de criterios históricos, porque – sencillamente – no los tiene. Lo peor, contrasta dramáticamente con aquellos dirigentes marxistas venezolanos que también pisaban La Habana, capaces de dictar una conferencia magistral, en lugar de recibir un cursillo de muy dudosa calidad.
DC / Luis Barragán / Diputado AN / @LuisBarraganJ