Lectura tardía, pero necesaria, nos ha ganado la fluidez, el sentido de humor y la franqueza del testimonio – todavía requerido de detalles – de Paulina Gamus: “Permítanme contarles” (Libros Marcados, Caracas, 2012). Por casualidad, asistimos a una reciente reunión de trabajo y un prominente líder del partido blanco, al ver nuestro ejemplar que es de tránsito, mientras vamos de un sitio a otro o esperamos que comience alguna jornada, seguida y jocosamente hizo mención del oportunismo de la autora, pero no era obviamente ocasión para intercambiar impresiones sobre un título que llevábamos por la mitad, con el deslenguado en cuestión.
Admitimos nuestra antipatía por Paulina de muchos años, hasta que reencontramos un discurso solemne sobre el Día de la Independencia que, además de integrarlo a una serie de artículos sobre la materia, nos confirmó la clara y decidida denuncia que se hizo en los tiempos tempestuosos de los noventa del XX. Quienes – después – entusiastas, firme e irresponsablemente apostaron por el ascenso al poder de Chávez Frías, nunca podrán negar las voces de advertencia que también surgieron sobre las condiciones que lo hicieron posible, frecuentemente víctimas – por entonces – de la más grosera, precursora y díscola estigmatización.
Nos ganó una distinta valoración de la polemista, balanceando errores y aciertos que, hasta nuevo aviso, expresan todo andar humano. Sumadas las importantes gráficas de una muy relativa calidad en el país de las escaseces ya de años, ahora pésimamente habituados a la falta de tinta y papel, deseamos destacar algunos aspectos de la obra.
Estupenda observadora, nos habla de la imitación del lenguaje culto por la militancia de base, descubriendo que hay humoradas que se reciclan. Por ejemplo, supimos de la presentación de los más estelares oradores que acentuaban su “calaña” o halagaban a sus “secuaces” (69 s.), en viejos actos que alguna vez creímos propios del anecdotario socialcristiano por el simple cambio de nombres. O de las muy precisas vicisitudes partidistas, cuadres y descuadres naturales en un ámbito que no es distinto y de menor pureza que otros, incluyendo las características personales de una dirigencia a veces leal, otras deslealmente competitiva; la irrupción del estilo político de La Causa R, extremado por los actuales elencos en el poder; o, varias veces, implícita o explícitamente citada, el cinismo de fulgurantes personalidades como la de María Cristina Iglesias que, por cierto, libra del pecado a quienes soportaron y aún soportan los epítetos del oficialismo.
Quizá fue el periodista Juan Carlos Zapata, década y tanto atrás, quien inicialmente sospechó de la conducta asumida por el otrora candidato presidencial Alfaro Ucero, contribuyendo al triunfo final de Chávez Frías en 1998. Latente la inquietud por largo tiempo, comprendemos que ahora la autora revele algunos de los indicios que pudiera soportar una hipótesis en nada desdeñable que cobrará cada vez una mayor importancia histórica para desecharla o confirmarla (230 ss.).
Finalmente, coincidimos con Paulina Gamus en la debilidad de los partidos que significó – esta vez – la irrupción de dirigentes improvisados (295), cuya gravedad no ha sido suficientemente ponderada avanzado el siglo, convertido en un mal generalizado que permite la exaltación de un ex – convicto al Olimpo de Puente LLaguno, convertido en concejal (286). Sin embargo, el caso nos interroga – por una parte – sobre la jubilación adelantada de muchos parlamentarios, alegada también la costumbre de evadir los acontecimientos angustiosos (239, 286), con motivo del cierre del Congreso que sufrimos cuando desempeñamos la difícil secretaría de una fracción; y – por otra – en torno a la necesidad de un dirigente político presto para cualesquiera escenarios, pues, estabilizadas las instituciones, perdimos al “todo terreno” que ayudó a construirlas.
Referido en otras oportunidades, legos y especialistas urgen del testimonio expreso e inequívoco de los actores políticos de un siglo XX que no concluye (cierto, escribir “actriz” no luce pertinente, como ella bien aclara). Mujer inteligente, sagaz y – rara avis – culta, ojalá prosiga con la imprenta, mientras se pueda en el país donde faltarán hasta los bytes por el camino que transitamos.
DC / Luis Barragán / Diputado AN / @LuisBarraganJ