FOTOREPORTAJE: Así se vive en las cárceles venezolanas
Fuera de sus muros, las patrullas de la Guardia Nacional de Venezuela, en el interior, los reclusos viven y mueren en un mundo de su propia creación.
Brizuela ha permitido en ocasiones la visita de los periodistas por un par de horas, pero a principios de este año, ha dado al reportero gráfico Sebastián Liste un pase exclusivo, el pleno acceso a la prisión durante más de una semana, dejando al descubierto una sociedad improvisada que refleja el exterior.
Brizuela, quien está cumpliendo condenas de 10 años por secuestro y 16 años por asesinato, cree que su gobierno sobre los 1.400 reclusos de Vista Hermosa (Bella Vista) en el estado sureño de Bolívar es más humana que la de las autoridades de la prisión venezolana, que han sido ampliamente criticado por grupos de derechos humanos de las malas condiciones de vida, el hacinamiento y la corrupción en las cárceles del país.
La violencia de pandillas es rampante, el año pasado 591 presos fueron asesinados, según el Observatorio Venezolano de Prisiones, un grupo de vigilancia. Bajo el gobierno de Hugo Chávez, los defensores y los periodistas que informaron sobre los abusos en las cárceles venezolanas enfrentan intimidación y las amenazas de violencia, las condiciones no han mejorado desde la muerte de Chávez.
Vista Hermosa es emblemática por sus problemas. Construida en la década de 1950 para albergar a 650 reclusos, en la actualidad alberga a más del doble de ese número. A medida que la población crecía, los enfrentamientos entre presos y guardias se hicieron comunes.
En lugar de mejorar las condiciones, las autoridades penitenciarias les han permitido descender en el caos próximo. Brizuela, un campeón de boxeo, y su banda tomaron el control de Vista Hermosa por la fuerza en 2005, el consumo de drogas y la violencia son todavía muy extendida, pero estrechamente controlados. «Hasta el momento hemos logrado la paz y un mínimo de condiciones de vida decentes para los reclusos», dice Brizuela.
Entrando a Vista Hermosa durante las horas de visita se siente un poco como entrar en las calles de una bulliciosa barriada. Hay vendedores al aire libre que venden DVDs, medicina y aperitivos en medio del calor insoportable y golpeando la música techno.
Hay plazas de baile y salones más formal para los juegos. En estas zonas, los visitantes entre mujeres y niños caminan libremente, las barras de hierro se han eliminado y las paredes están recién pintadas.
La prisión, como cualquier sociedad, tiene subculturas distintas. Hay evangelistas cristianos, llamados Varones, que viven, oran y cantan juntos y se esfuerzan por mantener sus espacios limpios. Los reclusos gays tienen sus propios cuartos, donde puedan vivir sin temor a sufrir hostigamiento.
Vista Hermosa se siente como una versión extrema de la propia Venezuela, en el microcosmos. Junto con las familias y celebraciones, hay violencia y desesperación.
Decenas de adictos, sus cuerpos marchitos por el crack y otras drogas, el humo y el sueño en hileras de hamacas o en los montones de basura. Los hombres que cumplen condena por delitos sexuales viven en una zona alejada de los demás reclusos.
En esta sociedad de los presos tienen una prisión en su propia zona, conocida como La Guerrilla, donde holgazanes, es decir los reclusos renegados que han violado el código no escrito de Vista Hermosa, se mantienen bajo vigilancia armada. Su presos-carceleros hacen rondas de vigilancia día y noche armados con pistolas, revólveres de alto calibre y rifles automáticos.
Prisiones como Vista Hermosa, que Brizuela dice genera cerca de $ 3 millones de dólares al año en ganancias de actividades ilegales e impuestos semanales pagados al Pran por los internos, no podrían funcionar sin la complicidad de funcionarios corruptos que permiten que las drogas y armas en su interior. Incluso el Pran les teme. Como Brizuela dice, «Las armas son para protegernos de la guardia nacional».
Texto: Jorge Benezra
Fotos: Sebastián Liste