El Papa Francisco se despidió el domingo de Brasil después de un maratón de misas que atrajeron a más de tres millones de fieles y electrizaron a una Iglesia Católica mancillada por la pérdida de fe y los escándalos.
Con su discurso humilde y su marcado compromiso social, el pontífice argentino de 76 años entusiasmó esta semana a los participantes de la Jornada Mundial de la Juventud, un festival religioso que convocó a fieles de todo el planeta hasta Río de Janeiro.
«Gracias por la acogida y la calidez de la amistad que me han demostrado», dijo antes de subir al avión de Alitalia que lo llevará de regreso a Roma.
«En este momento comienzo a sentir un inicio de saudade», dijo usando una expresión en portugués que hace alusión a la nostalgia. «Saudade de Brasil, este pueblo tan grande y de gran corazón; este pueblo tan amigable».
El primer viaje internacional de Francisco desde su elección en marzo buscaba revitalizar a un rebaño disminuido por culpa del secularismo, la competencia de las religiones evangélicas y el desencanto por los abusos sexuales.
Y el Vaticano está satisfecho con el resultado.
«El evento es signo de la vitalidad de una Iglesia que puede atraer a muchos jóvenes», dijo a periodistas el portavoz de la Santa Sede, el padre Federico Lombardi.
En su última misa ante más de tres millones de personas que inundaron el domingo la playa de Copacabana, Francisco lanzó una ofensiva de evangelización para volver a llenar las iglesias.
«Queridos jóvenes, cuando vuelvan a sus casas, no tengan miedo de ser generosos con Cristo, de dar testimonio del evangelio», dijo el Papa en su sermón.
«La Iglesia cuenta con ustedes. El Papa cuenta con ustedes», añadió.
Francisco, el primer Papa latinoamericano de la historia, reconoció el sábado que los fieles están abandonando la Iglesia y pidió al clero tener el coraje de adentrarse en la periferia para llegar hasta los más pobres y necesitados. Dijo también que la Iglesia necesita renovar su mensaje, pues muchos la ven como una «reliquia del pasado», sin respuestas para los problemas de hoy.
Los desafíos de la Iglesia son patentes incluso en Brasil, el país con más católicos del mundo pero donde el número de fieles ha caído dramáticamente en las últimas décadas ante el avance de la secularización y los evangélicos, además de la decepción por los escándalos sexuales y financieros en el Vaticano.
Y antes de volar de regreso a Roma en la tarde del domingo, Francisco quiso asegurarse que los jóvenes habían entendido el recado.
«La experiencia de este encuentro no puede quedar encerrada en su vida o en el pequeño grupo de la parroquia, del movimiento o de su comunidad», dijo. «Sería como quitarle el oxígeno a una llama que arde».
«La Iglesia necesita de ustedes, del entusiasmo, la creatividad y la alegría que les caracteriza», añadió.
Gabriela González, una argentina que viajó durante cuatro días en autobús desde la locadidad de Cafayate para escuchar a Francisco, aplaudió las palabras de su compatriota.
«El Papa está llegando a la gente en mi pueblo, que está regresando a la iglesia», dijo la mujer envuelta en una bandera argentina.
«Nos dijo que salgamos a hacer lío, a hacer ruido», añadió. «A compartir la palabra de Cristo y ser alegres, no aburridos y tristes».
Entre las personalidades que viajaron a Río de Janeiro para participar de la última misa de Francisco estaba la presidenta brasileña Dilma Rousseff, la argentina Cristina Fernández y el boliviano Evo Morales.
Los discursos de Francisco en su primer viaje al extranjero fueron leídos con lupa para intentar descifrar las líneas de su joven pontificado.
Durante una visita a una favela de Río de Janeiro, exhortó a los ricos a hacer más por disminuir la desigualdad social y ante un teatro repleto de autoridades brasileñas pidió una política menos elitista, más humanista y abierta al diálogo.
Y en otra gigantesca misa en la noche del sábado en la playa de Copacabana instó a los jóvenes a vencer la apatía y salir a las calles para exigir un mundo mejor, sumándose simbólicamente a las protestas contra la corrupción y el mal gobierno que han estremecido recientemente Brasil y otros rincones del planeta.
«Son jóvenes que quieren ser protagonistas del cambio», exclamó. «A ustedes les pido que también sean protagonistas de este cambio, sigan superando la apatía y ofreciendo una respuesta cristiana a las inquietudes sociales y políticas».
Al final de la misa del domingo, Francisco anunció que la próxima Jornada Mundial de la Juventud sería realizada en el 2016 en la ciudad polaca de Cracovia, la tierra de Juan Pablo II.
DC/Panorama