Aquí siempre quien ha llegado a Miraflores, lo primero que pide son poderes especiales, para acabar con todos los males dejados por el gobierno anterior, de tal manera que nuestro recién estrenado presidente, no podía quedarse atrás en eso de prometer realizar lo no ejecutado por el ineficiente e ineficaz gobernante que le antecedió , así sea este su invicto, imperdible y eterno comandante supremo de la revolución no alcanzada y hoy enchiquerada en el corralito de la corrupción, la inflación, la escasez, la inseguridad y el cadivismo socialista del siglo XXI.
Ir al parlamento con el cuento de pedir poderes habilitantes para profundizar, acelerar y dar la batalla a fondo, por una nueva ética política y una nueva vida republicana, nos obliga recordarle al urgido solicitante, que de corazón desearíamos creerle, pero ya de esa medicina bastante hemos tragado, desde los tiempos cuando Betancourt, Leoni, Caldera , Lusinchi, Herrera y Carlos Andrés Pérez, nos arrullaban con la misma cantaleta patriotera con la que durante estos últimos 14 años, pero aliñado con somnífero revolucionario, nos invitaron a curar nuestros males, para en fin de cuentas, dejarnos esta atribulada y expectante quinta república.
No en vano habrá que evocar aquellos momentos cuando el comandante de las expectativas quebradas, colmado de la mayor legitimidad política, le cercenó la iniciativa legislativa a la Asamblea Nacional, al abrogarse ese papel legislador, a través de una primera ley habilitante, por seis meses en 1999, por un año en el 2000, por año y medio en el 2007 y por 12 meses en el 2010. Habilitantes, una tras otras, que sirvieron para dictar mas de 100 decretos leyes, creadoras de todo este pasticho jurídico, donde muchas de ellas con claros visos de inconstitucionalidad, mantienen hoy indigestada a la misma república.
¡Habilitante! ¡Habilitante! No se cansa de pedir nuestro aséptico mandatario, a las dos terceras partes de los miembros del parlamento nacional, cuando los 98 diputados oficialistas se han negado a discutir casos de corrupción como Pudreval, las maletas de Antonini Wilson, Makled, Mario Silva y por supuesto las recientes denuncias aludidas por la ex presidenta del BCV Edmee Betancourt, quien reconociera que unos 20 mil millones de dólares fueron entregados a empresas de maletín, expertas en crear demandas artificiales no asociadas a actividades de producción y si al bolsillo de una burguesía parasitaria roja rojita.
Ni a Chávez se le hubiese ocurrido pedir poderes especiales para echarle un champú ético a la administración pública, y esta iniciativa debería ser aplaudida en un cien por ciento, pero tarde piaste pajarito, diría desesperadamente desde su mausoleo su padre putativo, a la vez que le recriminaría a todo gañote: ¡Es la economía estúpido, la economía! Es la economía, la que no sólo nos hará perder la Alcaldía de Valencia, sino las elecciones todas, este 8 de de diciembre.
Y no puede ser de otra manera, porque su sinuosa exigencia la hace cuando ya el barco de la corrupción comienza a desbordarse, y no en este momento, donde el país esperaba que su solicitud definitivamente sería para torcerle el pescuezo al desastre económico, heredado de quien una vez bajo la sombra del Samán de Guere, juró salvar la patria.
Asi las cosas, si ese hubiese sido el petitorio principal, allí sí, habría que salir a gritar: ¡Aprueben ya todo lo que pide Maduro!