Irán y las seis potencias –los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, más Alemania- alcanzaron este domingo un acuerdo para comenzar a ejecutar el pacto sobre la limitación del programa nuclear iraní, que sus respectivos Gobiernos firmaron en Ginebra el pasado mes de noviembre. Este compromiso, que entrará en vigor el próximo 20 de enero, concreta las líneas genéricas de actuación para poner en práctica un Plan Conjunto que exige a Teherán suspender el enriquecimiento de uranio por encima del 5% a cambio de suavizar la dureza de algunas de las sanciones internacionales impuestas a Irán.
“A partir del 20 de enero, Irán por primera vez comenzará a eliminar su almacén de uranio enriquecido a altos niveles y a desmantelar parte de la infraestructura que hace posible ese enriquecimiento”, señaló el Presidente de Estados Unidos, Barack Obama, en un comunicado minutos después de que la responsable de la Diplomacia de la Unión Europea, Catherine Ashton, anunciara el acuerdo y que fuera confirmado por el ministro de Asuntos Exteriores iraní, Mohamed Javad Zarif.
Las potencias acordaron que el acuerdo alcanzado en noviembre tendría una vigencia de seis meses, renovable, para facilitar las negociaciones de cara un pacto más amplio. El compromiso anunciado el domingo pretende ser la antesala de ese convenio definitivo sobre el programa nuclear iraní, para el que los países firmantes se han dado un plazo de un año, una meta, no obstante, que se antoja “difícil”, tal y como reconoció este domingo desde París el secretario de Estado estadounidense, John Kerry.
El propio Obama constató esas dificultades. «Doy la bienvenida a este importante avance y ahora vamos a centrar nuestros esfuerzos en lograr una resolución más exhaustiva y completa que afronte las preocupaciones sobre el programa nuclear iraní. No soy ingenuo y sé lo duro que va a ser alcanzar este objetivo, pero por el bien de la seguridad nacional, y de la paz y de la seguridad mundiales, es necesario dar a la diplomacia una oportunidad para que tenga éxito”, señaló el presidente en su comunicado. Obama ya apeló, al anunciarse el Plan Conjunto de noviembre, a la importancia de la vía diplomática como catalizadora del mismo, en contra de quienes, desde dentro y fuera de su país, abogaban por vías más expeditivas para encarar la amenaza nuclear iraní.
La Casa Blanca cifra en unos 6.000 millones de dólares el total de las sanciones que se pondrían en suspensión si Irán cumple con su parte del acuerdo alcanzado en Ginebra. Quienes critican que se suavice el rigor de los castigos, alegan que han sido este tipo de medidas las que han obligado a Irán a discutir su programa nuclear. Europa y EE UU consideran, sin embargo, que este alivio parcial es la única manera de ganar tiempo para lograr ese acuerdo amplio que ansían.
El presidente Obama afronta en una relativa soledad la defensa de este compromiso. A la oposición internacional de Israel y Arabia Saudí, se suma la del Congreso de su país. En el Senado, el presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores, el influyente demócrata, Bob Menéndez, está liderando una propuesta de ley que prevé endurecer las sanciones a Irán en caso de que Teherán incumpla su compromiso. El Ministro iraní de Exteriores ha insistido en repetidas ocasiones en que una ampliación de las sanciones sería el final del Plan Conjunto. Obama advirtió ayer de que vetaría “cualquier iniciativa que incorpore nuevas sanciones durante la negociación de un acuerdo a largo plazo con Irán”.
Las presiones no sólo proceden del lado estadounidense. Desde que se firmara el acuerdo de Ginebra, en Irán no han parado de sucederse declaraciones por parte de varios de sus dirigentes asegurando que el programa nuclear seguía en marcha y que Teherán no había claudicado ante las exigencias de las potencias exteriores. En diciembre, los miembros de la delegación iraní que participaban en la primera fase de las negociaciones del Plan Conjunto fueron obligados a regresar a su país en respuesta por la decisión del Departamento de Tesoro estadounidense de incluir a varias empresas de Irán en su lista negra de sanciones.
La cautela sobre los avances de la ejecución del Plan Conjunto y de las negociaciones sobre el programa nuclear iraní es máxima. Israel y Arabia Saudí han redoblado sus expresiones de malestar y recelo ante un acuerdo que, de llevarse a efecto, supondría la reentrada de Irán en la escena internacional. Un fracaso de las mismas, pondría todavía más en entredicho la credibilidad de Obama en política exterior.
El país