El fútbol suele ser una vitrina a través de la cual pueden conocerse rasgos característicos de los países. Por ejemplo: ves la alegría que despliega el fútbol brasileño y notarás que esta es propia del país amazónico, ves el fútbol entregado y emocional del argentino y sabes que es una muestra fiel del cómo son ellos, ves el fútbol industrial, practico y avasallante que los germanos han practicado toda su vida, y no te equivocas al concluir que representa su modo de ver las cosas. Sin embargo, este ultimo para sorpresa de muchos, se ha convertido en todo lo contrario.
Los alemanes han sido a lo largo de su historia tan celosos y cerrados con su manera de jugar, que aun cuando los mismos italianos empezaron adaptarse a los nuevos sistemas nacidos en la década de los 80, los germanos mantenían su estilo intacto, llegando incluso a ganar en los últimos diez años del siglo veinte, un mundial y una Eurocopa. Nunca creyeron en florituras, y abrazaron hasta quebrar sus brazos un fútbol de poca estética, y extrema efectividad, lo cual no resulta para nada descabellado, si consideramos que estamos hablando de un país en el que la palabra “gracias” se pronuncia “tanque”.
Es por eso que el cambio radical que ha vivido el balompié teutón de pocos años para acá, resulta increíble tanto por lo diferente, como por el salto de calidad que han obtenido, dejando atrás el juego físico y de pelotazo, por uno de virtuosismo técnico, rotación, velocidad, y balón a ras de césped, un fútbol tan sudamericanizado que el clásico delantero “panzer” que solían tener siempre en la punta, prácticamente ya no existe para ellos.
De hecho, este cambio futbolístico y contracultural ha sido tan profundo, que incluso esta última generación de futbolistas alemanes posee la calidad y el físico propios de este tipo de sistemas, teniendo como ejemplos a Mezut Ozil, Mario Gotze, Marco Reus, Toni Kroos, Andreas Schurrle, entre muchos otros.
Lo que comenzó en el mundial celebrado en casa en el 2006 y que continua en la actualidad, ha maravillado al mundo futbolístico en cada uno de los torneos disputados en este periodo, llegando aplastar a potencias mundiales, y ganándose una admiración unánime. Sin embargo, aun cuando esta revolución les haya regalado uno de los mejores momentos en su historia (en cuanto a juego y jugadores), una de sus consecuencias negativas parece ser el haber desecho la garra que siempre los caracterizó, al no ganar ningún otro torneo, y verse disminuidos en las instancias finales de estos. Cosa que antes era imposible que ocurriera.
A pesar de todo, el combinado que dirige Joachim Low se antoja como el más poderoso del torneo, contando con una cantidad innumerable de superestrellas, y con un fútbol que aparte de enamorar a propios y extraños, aplasta a los rivales con su rapidez y creatividad. Posiblemente ningún otro equipo esté buscando con tantas ansias este mundial como los alemanes, ya que de lograrlo, habrán consagrado con letras de oro un cambio futbolístico que puede hacerse eterno. Y aquí se recuerda la mítica frase alguna vez dijo el inglés Lineker: “El fútbol es un deporte de once contra once en el que a la final siempre ganan los alemanes”.
Fortalezas: La selección con mayor cantidad de estrellas y mejor juego de todas.
Debilidades: Una preocupante falta de garra, impropia de una selección tricampeona.
Luis Orozco/@DiarioContraste