Costa Rica logra lo imposible a través de la perfección (Crónica)
El principio fundamental de todo gran equipo pasa por el orden colectivo, por el saber ejecutar las órdenes tácticas que indica el director técnico en la preparación de los partidos. La clave gira en torno a saber finalizar las jugadas hilvanadas, y aprovechar al máximo los errores que pueda cometer el conjunto rival, aunque si eres un equipo pequeño la mayoría de las veces esto no te servirá de nada si te enfrentas a un equipo grande, a menos que el partido que hagas no sea solamente perfecto, sino solemne, histórico, épico, titánico. Esto fue lo que hizo Costa Rica ante la todopoderosa Italia, derrotándola contra todo pronóstico un gol por cero.
Vayamos por parte. Cuando los bombos definían el grupo D, todos (sin excepción) sabíamos que era el de la muerte, en el que muchas de las posibilidades que pudieran tener los que se antojaban más poderosos, como Uruguay, Italia o Inglaterra para pasar de ronda, pasaban por ver quién podría golear mas abultadamente a los costarricenses para tener ventaja en el gol average, considerando que se trataba a priori del equipo más débil de los cuatro que conformaban el grupo.
Si bien los ticos derrotaron contundentemente a los charrúas, muchos lo consideraron como un milagro, una especie de suerte que significaría una alegría para endulzar la eliminación que inevitablemente sufriría Costa Rica en esta primera ronda, a pesar de haber ganado el primer partido. El encuentro que disputarían contra los transalpinos estaba enmarcado por la certeza de que el cuento de la cenicienta se acabaría aquí para los centroamericanos.
Ambas escuadran salían al terreno de juego del estadio Arena Pernambuco, bajo un inclemente sol de Recife que incendiaba el horizonte, a sabiendas, al menos para los ticos, que para llegar hacia él y derrotar a la azurra habrían que realizar el partido de sus vidas. Para los italianos todo era completamente diferente, y es que si bien sufrían igualmente la violencia del sol, el horizonte era un oasis en el que se refrescarían celebrando la victoria y la clasificación a octavos de final. Seamos claros, más allá de la típica modestia de no subestimar a ningún equipo, todos dábamos por seguro que hoy Italia saldría vencedora, y si no me creen, todas las quinielas del mundo me darán la razón.
El pitazo del árbitro chileno Enrique Osses daba inicio a una primera parte donde el primero en dominar seria Costa Rica, al posicionarse perfectamente sobre la cancha y empezar a mostrar las tres máximas virtudes de fútbol latinoamericano: buen toque del balón, virtuosismo técnico, y un “pressing” que asfixia hasta el más fuerte.
Triangulando a la perfección, persiguiendo la figura de Andrea Pirlo y no dejando ni un solo espacio, los ticos petrificaron a los italianos con estos tres planes que conseguirían regularidad durante los noventa minutos, y que solo se verían interrumpidos por pequeños instantes de desorden y desconcentración en el que los italianos, haciéndole honor a su condición de equipo histórico, aprovecharían para hacerse con sus mejores momentos en el partido, y crear diferentes oportunidades que pudieron haber abierto el marcador.
Una de las más claras llegó por medio de Mario Balotelli luego de que los centroamericanos le dejaran menos de medio centímetro de espacio a Pirlo, el cual aprovecharía para filtrar un delicioso pase aéreo al delantero del Milan, quien solo ante Keylor Navas definiría sin precisión. Minutos antes los ticos habían tenido una clara oportunidad tras un cabezazo de Celso Borges que se perdería en las nubes.
Lo indiscutible es que en estos primeros 45 minutos Costa Rica lograría maniatar a los transalpinos, llegando el punto de ebullición a los 43, cuando el eléctrico Joel Campbell se internaría al área de derecha izquierda, siendo atropellado vulgarmente por el corpulento Giorgio Chiellini, para sufrir un claro penalti que el árbitro chileno por razones que solo él sabe no quiso pitar. Esto desató la furia de todos los costarricenses en la cancha y en el mundo, viendo incluso como su técnico, el colombiano Jorge Luis Pinto, le reclamaba desenfrenadamente al cuarto árbitro sin ser escuchado.
Sin embargo, en medio de los lamentos, en medio del clamor al cielo de Pinto, la justicia poética aparecería oportunamente apenas un minuto más tarde en un precioso centro desde la izquierda de Junior Diaz, que el capitán Bryan Ruiz cabecearía para que el balón tocase con suspenso el travesaño y superara la línea de gol, dándole la ventaja a los ticos y dejando con la boca abierta a propios y extraños. Estaban dando la sorpresa del mundial.
El arte de hacer ver a un equipo grande como uno pequeño
Considerando lo terco que muchos podemos ser, al iniciar el segundo tiempo la pregunta que rondaba por la cabeza era cuanto podría aguantar Costa Rica, o mejor dicho, cuanto se tardarían los italianos en remontar el marcador. Hoy se demostró que a veces el fútbol no tiene que ver ni con lógica ni con racionalidad, o simplemente, se demostró que muchos que decimos saber de este deporte, no sabemos lo suficiente.
Lo que empezó a resultar ofensivo a los conocimientos de muchas personas (entre las cuales me incluyo) es que la segunda parte comenzó con una Costa Rica desplegando mejor que nunca el juego que ya habían ejecutado en la primera mitad, presionando con mayor intensidad cada movimiento de sus rivales, defendiéndose con el balón al generar largos periodos de posesión, y regalarle al publico jugadas de excelsa calidad técnica, aun en circunstancias donde muchos jugadores, incluso de equipos grandes, solo darían pelotazos.
Fue de esta forma como la escuadra centroamericana empezaría a gestar lo que para muchos era imposible, y es que el estar en ventaja en el marcador ante un equipo grande no es lo descabellado, lo impensable es que estuviera demostrando ser superior táctica y futbolísticamente, a una selección que ha sido cuatro veces campeona del mundo, y que hace poco menos de una semana derroto incontestablemente a Inglaterra.
Las oportunidades que llegaron a tener los europeos en los primeros minutos de esta parte final, fueron una clara manifestación de lo anteriormente escrito, al ser sus únicas llegadas dos tiros desde lejos de Matteo Darmian y Andrea Pirlo, ambos detenidos por el grandioso guardameta Keylor Navas.
Todo lo ocurrido después de que el arquero del Levante saliese en primer plano fue lo que querían los dirigidos por el lúcido y genial Jorge Luis Pinto, logrando poner su sello en cada zona del campo a golpe de buen fútbol, brío, e intensidad. Las realidades empezaban a cambiar, y el horizonte infernal lo empezaban a sentir los transalpinos.
Con los rápidos regates de Joel Campbell, la sobriedad de Bryan Ruiz, la rocosidad de la roca Duarte, y la garra de Borges, los ticos no solamente devoraron a los italianos, sino que los hicieron ver como un equipo pequeño, sin ideas, apurado, impreciso.
Fue tan así que aún cuando la lógica indicaba que las aproximaciones a gol debían ser por parte de la azurra, fue Costa Rica la que tuvo la última oportunidad luego que Randall Brenes ejecutase un disparo que casi se clava en la escuadra de la meta defendida por el legendario Gianluigi Buffon.
El chileno daba los tres pitazos, estallaba la algarabía de los ticos, y más de la mitad del mundo quedaría con la boca abierta, incrédulos ante lo que acababa de acontecer.La selección que parecía condenada desde que se hiciera el sorteo, la que parecía destinada a sufrir humillantes goleadas en todos los partidos, la que tiene poco nombre y muchos la subestiman, había logrado la epopeya.
Costa Rica dejó en ridículo a todos los expertos del fútbol, rompió todas las quinielas, demostró que a través del orden se llega a la perfección, y que a través de ella el muro intangible que divide el mundo de los mortales del mundo de lo divino, puede difuminarse para traspasarlo y formar parte de la historia, para convertirse en seres inmunes al correr del tiempo.
Italia quedó relegada a un segundo plano, y tendrá que jugarse la clasificación en la última jornada ante una peligrosísima Uruguay que parece venir en ascenso. Los costarricenses contra todo pronóstico clasificaron de primer lugar a los octavos de final, superando con grandeza el grupo más difícil del mundial, el grupo de la muerte.
El capitán Ruiz lo tenía claro, y se regodearía en medio de la gloria: “a esto lo llaman el grupo de la muerte y resulta que los muertos son otros”.
Luis Orozco/DC/@diariocontraste/@luisfran1