Pedro Morales nos muestra sus bordados eróticos (video)

Sin pudor ni decoro, Pedro Morales esconde imágenes del Kamasutra en sus Bordados eróticos. El creador venezolano, residenciado en París, se vale de ligas, encajes, flores de tela y hasta ojos de muñecas para construir sobre papel sus llamados «estereogramas».

«Son ilusiones ópticas que trabajo desde 1994. En ellas dibujo una imagen tridimensional sobre un plano. Pero, al ver que algunos espectadores se sentían frustrados por no poder captar aquella figura oculta, opté por crear los anaglifos. Son exactos a los estereogramas, pero a color. Así, con ayuda de unos lentes, la retina del ojo izquierdo está impregnada de rojo y el derecho, de azul. Cuando el cerebro une ambas imágenes, un ojo bloquea el color del otro y aprecia claramente el efecto», explica el artista visual que exhibe 30 obras tridimensionales en la galería Mezcla de Francia.

En 2007, el pionero en arte digital presentó en Caracas sus Bordados porno, piezas similares que camuflaban el acto de amar en punto de cruz y otros objetos de la cotidianidad.

Su obra emerge a partir de una suerte de garabatos hechos en computadora, como un código digital. El resultado se imprime en hilos de plástico líquido, con ayuda de una impresora 3D. A su juicio, la tecnología es un medio que le facilita las cosas a la hora de contar una historia. «Yo intenté tejer con hilo y aguja. Pensé que por haber crecido viendo a mi abuela paterna coser en El Saladillo no sería tan difícil. Incluso, asistí a ver a una especie de club de tejedoras en Santa Inés, pero fracasé en el intento», relata.

Morales, vincula su obra con la autocensura. «Me llama la atención que cuando algunos descubren esas imágenes sensuales, bajan la mirada. El sexo les horroriza o los sonroja… una sensación similar se experimenta en Venezuela cuando suceden cierto tipo de atropellos», comenta.

Fue en 2003, durante la Bienal de Venecia, cuando el creador marabino optó por «ocultar» el tono contestatario de su trabajo crítico. «Me afectó muchísimo cómo el gobierno censuró mi estereograma Rojo rojito. La pieza escondía entre rosas de satén, la imagen de una mujer llamada Venezuela, violada por dos hombres con botas y boina. Para no vivir lleno de tristeza y frustración, decidí replantearme el tema. Mis piezas no dejan de retratar una parte de la realidad que vive mi país, pero ahora lo hago desde un ambiente más lúdico, como el sexo», apunta.

Para Morales, el país como su obra, ameritan una segunda lectura. «Una íntima y profunda… porque toda cicatriz tiene su origen», concluye.

DC/El Universal

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