La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, defendió el legado del Mundial, que se inicia el próximo 12 de junio, ante las críticas sobre el elevado coste de los estadios y los atrasos en las obras.
Según Rousseff, cuando Brasil asumió la sede de la Copa del Mundo, la FIFA había dicho que los estadios se harían con fondos de iniciativa privada. Sin embargo, cuando el Gobierno vio que no salía ni «medio estadio», lanzó líneas de financiación pública para que pudieran construirse, explicó en un encuentro con corresponsales en la residencia presidencial el martes por la noche.
La mandataria destacó que la gran mayoría de la inversión pública en el Mundial «es para Brasil» y no para la competición en sí. Defendió en ese sentido las obras en aeropuertos y de movilidad urbana, asegurando que se aceleraron porque muchas ciudades no las habrían planificado en años, aunque reconoció que buena parte se terminarán después del torneo.
Las críticas llueven sobre el Mundial, especialmente por las millonarias inversiones públicas en los estadios que los brasileños reclaman para servicios de transporte, salud y educación. Cuatro estadios todavía no están completamente terminados a nueve días del inicio del torneo.
Ante la eventualidad de una reactivación de las protestas durante el Mundial, Rousseff afirmó: «garantizaremos plenamente la seguridad de las personas». También dijo que las manifestaciones podrán llevarse a cabo si son «pacíficas» y «no imposibilitan la vía pública necesaria para la Copa».
La mandataria, que se jugará la reelección en octubre, descartó una relación entre la política y el Mundial. Si la Copa influencia las elecciones, es algo que está «a cargo del elector», sentenció.
AFP