Una Argentina de garra y pundonor derrota en penales a una Holanda gris y sin ideas (crónica)
Argentina clasificó hace pocos minutos a la final del mundial, luego de eliminar a través de la fatídica tanda de penales a una Holanda que jugó su peor partido en lo que va del torneo, demostrando no tener ideas y viéndose superada tácticamente por una albiceleste que recordó los mejores momentos del 86, pero sin un Maradona que aparezca en sus filas, luego de que Messi una vez más haya mostrado un muy bajo nivel.
En la previa del partido se creía que los holandeses superarían a unos argentinos que sin la figura de Ángel di María, y el terrible nivel de juego que han exhibido en el torneo, llegaba a semifinales con el titular de “crónica de una muerte anunciada” encomendados a un Lionel Messi que si bien los rescató de la vergüenza en la primera ronda, ha demostrado estar en un momento de intermitencia preocupante.
El inicio del partido exhibió dos factores contradictorios entre sí, que enmarcó el modus operandi en las dos selecciones: el miedo a perder y la ansiedad de ganar. Esta situación trajo como consecuencia uno de los encuentros más aburridos y mediocres de lo que va de mundial, en donde ninguno de los dos terminaba de dominar a su contrario, y en el que Argentina supo adaptarse mejor al contexto, demostrando un orden táctico que en este tipo circunstancias prima por encima de cualquier virtuosismo técnico o futbolístico.
Fue un primer tiempo tan aburrido en cuanto a estética y fútbol que solo se podría analizar el aspecto estratégico, y es que si las dos selecciones jugaron a lo mismo que han venido jugando, fue a los europeos a quienes se les veía más incómodos sobre el césped, ahogados por la presión que ejercían los sudamericanos en cada una de las partes del campo, batallando en estas como si fuese un espacio el cual ganar, como si fuese un tablero de ajedrez en el que luchaban por ganar cuadros y hacer retroceder al enemigo.
La única oportunidad de relativo peligro llegaría en un tiro libre de Messi, el cual queriendo engañar al arquero Jasper Cillessen y disparar al primer palo, el holandés respondería conteniendo el balón en su humanidad, evitando una apartura del marcador que sería decisiva de entrar. Era de ese tipo de partidos donde el primero en recibir gol caería derrotado casi de inmediato, era un partido de gol de oro.
La segunda mitad comenzaba de la misma forma que la primera, con la diferencia de que el estadio Arena de Corintians se convertía en un teatro de la muerte, al empezar caer la lluvia, y multiplicar el drama de un partido de muchísimo miedo y terror. Los minutos discurrían mansamente, con una Argentina que se acercaba con mayor facilidad al área holandesa.
El jefe y el inesperado
Si hablamos de que fue un juego de ajedrez trasladado a un juego de futbol, en el que los jugadores se convierten en puros peones, la figura debía estar en un rompedor, en un jugador de despliegue físico y táctico que se convirtiese en la extensión del director técnico en el terreno de juego. Ese fue Javier Mascherano.
Fue este quien desactivo todas las internadas de la “orange” y en particular a la figura de Arjen Robben, a quien le sacaría con la punta del pie una oportunidad inmejorable de marcar, luego que este realizara una hermosa pared con Robin Van persie, y se encontrara mano a mano con un Sergio Romero que viéndose batido, sería rescatado por la casta del jefe Mascherano, expresando con su sacrificio y compromiso, que para vencer Argentina tendrás que sufrir lo indecible, sudar sangre y encomendarte a lo divino. Terminaba el partido, comenzaba la prórroga, no cesaba la lluvia.
El tiempo suplementario nos hizo testigos de las diferencias físicas entre ambas escuadras, viendo a una Holanda más entera y a una albiceleste pagando el precio del despliegue físico realizado. Sin embargo, a pesar de que en esta instancia fueron mejores los europeos, los sudamericanos tuvieron la mejor ocasión luego que Rodrigo Palacio quedase solo ante Cillessen y definiera horriblemente un balón que ya se veía dentro. Venía la fatídica tanda de penales, la abominable ruleta rusa.
Si ante Costa Rica Louis Van Gaal le daría ingreso a Tim Krul, en este partido le daría confianza a un Cillessen que de 16 penales que ha recibido en su carrera, no ha conseguido detener ni uno solo, manifestándose en su joven rostro una desconfianza que en estas instancias deben borrarse o al menos disimularlas, representando la eterna falta de cojines que ha definido a Holanda a lo largo de su gloriosa historia futbolística.
En esta fase donde los nervios se hacen dueño de la humanidad, se impondría la figura del inesperado, de un jugador de segundo nivel que muchos criticaron su convocatoria en detrimento de otros mejores en su posición, de un guardameta que es suplente en un equipo de chico, de un Sergio Romero que nunca antes de este mundial, había dado ningún tipo de seguridad bajo los tres palos.
Deteniendo magistralmente los tiros de Vlaar (el cual nadie entiende como pudo haber pateado) y Wesley Sneijder, el arquero argentino les daba la clasificación a su selección que sería certificada con el penal de Maxi Rodríguez (el cual fue mal cobrado y se coló entre las manos de un tierno Cillessen) y los otros de Messi, Garay y Agüero.
De esta manera Argentina clasifica a la quinta final de su historia, en la que se enfrentará a una selección alemana que parte como la máxima favorita luego de ultrajar futbolísticamente a Brasil, y haber despedazado a la albiceleste los dos últimos mundiales. Holanda por su parte se despide de un certamen en el que parecían poder romper la maldición histórica y conseguir su primer mundial, diciéndole adiós a la generación de Sneijder, Van Persie y Robben, para darle la bienvenida a la de jóvenes promesas como Blind, Indi y Wijnaldum.
Los argentinos no han sido precisamente los que mejor fútbol han demostrado, pero sí el que mejor sabe jugar ajedrez, y de transformar la final en un tablero gigante, con el apoyo absoluto del público, pueden fácilmente conseguir su tercera estrella y devolverle a su país la gloria que quedo en México, donde Diego Armando Maradona se convertía en un dios.
Luis Orozco/DC/@diariocontraste/@luisfran1