Rafael Venegas / Licenciado, Político y Columnista / @VozdeVanguardia
El conflicto de los trabajadores de SIDOR por la firma de su contrato colectivo, vencido desde hace cuatro años, ha puesto en evidencia, una vez más, el carácter autoritario y antiobrero de la cúpula boliburguesa que desgobierna. La negación o dilación en la discusión de los contratos colectivos de trabajo se ha convertido en una práctica común del régimen, afectando a millones de trabajadores al servicio de la administración pública y de las empresas del Estado. Esto constituye una violación flagrante de convenios internacionales firmados por el país en el marco de la OIT, así como de la Constitución Nacional vigente y de la Ley Orgánica del Trabajo.
Después de largos meses de discusiones obrero-patronales, los sidoristas emprendieron un conjunto de asambleas y movilizaciones para presionar el logro de sus reivindicaciones laborales. La respuesta del gobierno no se hizo esperar: primero, una falaz campaña de descalificaciones por parte de los principales voceros del oficialismo, encabezada por Nicolás Maduro y Diosdado Cabello, acusándolos de “mafiosos”, “guarimberos”, “contrarrevolucionarios” y “locheros”. Luego, una brutal represión contra las movilizaciones, del mismo tenor de la desarrollada contra el movimiento estudiantil en meses recientes y con saldos similares: heridos, detenidos y muchos perdigones y “gas del bueno” para disolver las asambleas, concentraciones y marchas; o sea, criminalización y judicialización de la protesta. Posteriormente, al amparo de las sombras de una madrugada, firmaron un contrato espurio que escamotea las reivindicaciones reclamadas, a espaldas de los sidoristas y de la mayoría de la directiva del sindicato, maniobra ésta para la cual se prestaron apenas tres de los once miembros de su junta directiva.
No se trata de que estemos frente a algo nuevo o distinto a la fórmula que el gobierno viene aplicando para despachar la gran mayoría de los conflictos laborales. El detalle es que ahora le tocó a una de las empresas básicas más importantes del país, la cual agrupa a 15.000 trabajadores, acumula una larga tradición de luchas y cuyo sindicato está dirigido por sectores afectos al oficialismo; a los cuales hoy, lamentablemente, les tocó una dosis de la “receta” antidemocrática y antisindical de un régimen que se ufana de ser obrero, popular y socialista. Obviamente, esta “receta” incluye el rol que cumple la Central Bolivariana de Trabajadores Socialistas al servicio del Estado-patrón, como muro de contención de las luchas obreras por sus derechos y reivindicaciones y como esquiroles para la intervención de los sindicatos, la represión contra los trabajadores y la entrega vergonzosa de sus conquistas económicas, sindicales y políticas. Como gustaba parafrasear el Supremo responsable de este adefesio arbitrario, militarista y despótico en que ha devenido el régimen boliburgués, el que tenga ojos que vea, el que tenga oídos que escuche.
Pero también este conflicto ha puesto a prueba la combatividad de las bases sindicales y concitado la solidaridad del conjunto del movimiento obrero y sindical de Guayana y del país, el respaldo de otros sectores de la vida política y de la sociedad civil, en franca lucha contra la represión, las maniobras y la imposición. A su vez, ha reivindicado, en la práctica, la importancia de la autonomía del sindicalismo y demás expresiones organizadas del movimiento popular y ciudadano, su independencia de clase y sus derechos democráticos. Desde este punto de vista, la lección más importantes es que el carácter autónomo y de clase del sindicalismo, la democracia sindical y los derechos y reivindicaciones laborales deben ser preservados y fortalecidos frente a los intereses de los patronos o del Estado, independientemente de las militancias partidistas o simpatías políticas de quienes lo dirigen o integran. Al fin y al cabo, mientras el pueblo y el país permanecen, los gobiernos pasan. Este también pasará, no debe quedar ninguna duda.
DC/ Lcdo. Rafael Venegas / @VozdeVanguardia