Lo que para ella era un proceso revolucionario la parecer se convirtió en un viacrucis en esta vacaciones, y es que la periodista Mariadela Linares, tuvo que contar en una suerte de desahogo, cómo es vivir unas vacaciones en Venezuela.
Así mismo aprovechó para renunciar al espacio de opinión del diario Últimas Noticias, donde escribía desde hace 10 años, sus motivos los dejó claro, una rotunda desilusión por los escasos resultados de la revolución bolivariana en Venezuela
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El artículo más difícil
En estas vacaciones recorrimos algunos de los rincones más hermosos de este país. Dejamos Internet y prensa fuera del equipaje. Quisimos bañarnos de realidad. Los parajes andinos, el verdor del llano y la frescura de nuestros mares en oriente y occidente, colmaron las expectativas.
No así lo hallado en lo humano. Allá en el páramo de Apartaderos, donde la telefonía fija aún es una ilusión, la carestía pega duro y los reales escasean. En Mucuchíes, un letrero, “espacio bajo la protección del consejo comunal”, nos alegró. Pero después entendimos que eran solo letras. En Guaraque, al sur de Mérida, la gente se organizó para sacar del poder a la anterior administración municipal porque, según ellos, los recursos se desviaban hacia fincas particulares. Los chavistas disidentes montaron tienda aparte y ganaron las elecciones. Pero alguien del Psuv les hace la vida imposible.
Hace unos años, Chávez mandó a eliminar los peajes, cuando se enteró de las quejas por el estado de las carreteras guariqueñas. En el lejano poblado de Lezama aún esperan por el asfaltado de sus calles y porque alguien se ocupe del agua piche que reciben por las tuberías. A Margarita, hace tres meses, el ministro de Alimentación le prometió que enviaría un ferry semanal cargado de alimentos. Solo uno ha atracado. La isla languidece en una lenta agonía. Comerse un pescado allá cuesta más de 500 bolívares, porque los pescadores se llevan sus peñeros cargados de gasolina y pescado, mar adentro, adonde lo venden en dólares. La revolución debió haber empezado por la misión conciencia. A Puerto La Cruz arribamos una noche a oscuras, en uno de sus tantos apagones. En Falcón está anclada la segunda refinería más grande del mundo pero su capital, Patrimonio Cultural de la Humanidad, está llena de huecos.
En nuestro extenso recorrido encontramos un común denominador: escasean desde una batería hasta un pan. Sobran las desesperanzas y la inseguridad golpea con fuerza. De vuelta, esperamos el sacudón que diera señales de que las cosas cambiarían. En lugar de eso, un rimbombante anuncio burocrático. La corrupción sigue sin presos y la gasolina continúa regalada. Cuando uno empieza a dejar de comprender lo que predica es mejor hacerse a un lado y buscar espacios donde pueda ser más útil. A Eleazar, mi eterna gratitud por la oportunidad y a mis respetados lectores las gracias por su paciencia.
Mariadela Linares