La insólita medida es acatada por los trabajadores del campo santo, quienes se encargan de enterrar y desenterrar a los muertos, cuando sus familiares no pagan el contrato por las bóvedas.
La mayoría de los cuerpos se descomponen, pero algunos están momificados, por lo que permanecen intactos debido a las condiciones calurosas y secas de las criptas superiores.
Armado sólo con un martillo y una máscara para cubrir su boca y nariz, un limpiador de tumbas guatemalteco comienza la tarea de abrir una cripta y sacar todos los restos humanos que se alojan allí.
Reuters