Aliados árabes clave de Estados Unidos se comprometieron el jueves a apoyar la batalla contra los milicianos del grupo Estado Islámico, así como detener el flujo de combatientes, la financiación a los insurgentes y posiblemente unirse a una campaña militar.
Turquía, país miembro de la OTAN, se negó a unirse a sus vecinos árabes en la expresión pública de apoyo, en una señal de las dificultades que enfrenta Occidente al intentar que otros países se unan al frente de batalla, dejen de lado sus rencores regionales y trabajen juntos contra un enemigo común.
El anuncio se produjo tras una reunión entre el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, y sus homólogos en la ciudad costera de Yeda, sobre el Mar Rojo. Su visita, en el aniversario de los ataques del 11 de septiembre de 2001, tenía por objeto concretar el apoyo que los aliados regionales estén dispuestos a conceder al nuevo plan de Washington para hacer retroceder a Estado Islámico, que se ha apoderado de grandes franjas de Irak y Siria.
En declaraciones a los periodistas después de la reunión, Kerry señaló el «día particularmente conmovedor» para las discusiones.
«Las consecuencias devastadoras del odio extremista permanecen frescas en la mente de todos los estadounidenses, y en las de muchos de nuestros amigos y aliados en todo el mundo», dijo Kerry sobre los ataques de hace 13 años en territorio estadounidense. «Esas consecuencias se sienten todos los días aquí en el Medio Oriente».
Tras la reunión, Arabia Saudí, otros estados del Golfo, Egipto, Irak, Jordania y Líbano se comprometieron en un comunicado conjunto a «hacer su parte» para combatir el terrorismo. Prometieron medidas que incluyen detener tanto a los combatientes como su financiación, repudiar la ideología del grupo Estado Islámico, dar ayuda humanitaria y «cuando sea apropiado, unirse en los diversos aspectos de una campaña militar coordinada».
También acordaron redoblar el apoyo al nuevo gobierno iraquí en momentos en que intenta congregar a sus ciudadanos en la lucha contra los milicianos, e idear estrategias para «destruir» al grupo «donde quiera que esté, incluso en Irak y Siria».
El ministro de Relaciones Exteriores saudí, el príncipe Saud al-Faisal, dijo que los miembros de la coalición acordaron compartir las responsabilidades para combatir a Estado Islámico, así como para «ser serios y persistentes en nuestras acciones para eliminar y acabar a todas estas organizaciones terroristas».
Turquía también asistió a la reunión, pero no firmó el comunicado final.
Al aliado de la OTAN se le pidió asegurar sus fronteras para evitar el contrabando de petróleo de Irak y Siria, así como evitar que los combatientes extranjeros ingresen. Pero Ankara ha estado reacia a asumir un papel prominente en la coalición, en parte debido a la preocupación por los 49 ciudadanos turcos que fueron secuestrados en su consulado en la norteña ciudad iraquí de Mosul cuando los combatientes del Estado islámico asaltaron la misión diplomática en junio.
Un alto funcionario del Departamento de Estado pronosticó que Washington seguirá trabajando con Turquía para repeler la amenaza de los insurgentes, y añadió que Ankara está en una posición difícil, ya que intenta proteger a los rehenes. El funcionario no estaba autorizado a hablar sobre las delicadas negociaciones por su nombre, y lo hizo bajo la condición de mantener el anonimato.
El apoyo regional es visto como clave para luchar contra la expansión del grupo extremista, que ha demostrado ser tan despiadado que incluso al-Qaida rompió relaciones con él a principios de este año. Unos 40 países han acordado contribuir a lo que Kerry prevé será una lucha a nivel mundial para derrotar al grupo.
El miércoles, el presidente Barack Obama presentó una estrategia de largo plazo contra el grupo que incluiría la ampliación de los ataques aéreos en Irak, lanzar ataques contra los extremistas en Siria por primera vez, reforzar a los militares iraquíes y a los rebeldes sirios moderados para que puedan arrebatar territorios a los milicianos.
Algunos estados del Golfo Pérsico podrían ayudar con ataques aéreos, como hicieron los Emiratos Árabes Unidos y Catar en la campaña aérea encabezada por Estados Unidos en Libia en 2011 que ayudó a derrocar a Moamar Gadafi. Las naciones del Golfo Pérsico también podrían ayudar con armas, entrenamiento, inteligencia y logística.
AP/DC