La Cristiandad, como comunidad eclesial, se dispone una vez más, a celebrar y conmemorar en las festividades litúrgicas del adviento y de la natividad, la venida de Cristo, Nuestro Señor, para cumplir su misión salvadora. Dios hecho hombre, verbo encarnado, que vino para transformar el destino de la humanidad y redimir al hombre de todas sus esclavitudes, especialmente la esclavitud del pecado, es decir, lo que nos aleja de Dios y de los hombres.
Ciertamente, luego de más de 2000 años, la fe y esperanza de los hombres en Cristo se acrecienta y su mensaje de vida adquiere mayor vigencia y relevancia, no sólo para quien lo dimensiona en su naturaleza divina, sino para quien es capaz de interpretar su naturaleza humana, puesto que allí radica su verdadera enseñanza para nosotros, forjada a base de su ejemplo de vida. Jesucristo muestra la cercanía amorosa de Dios.
El Amor, como el más noble de todos los sentimientos que debe expresarse en la conducta del hombre, de donde nace la solidaridad, y el Servicio, como orientación permanente de vida para minimizar nuestro egoísmo y colocarnos efectivamente en favor de nuestros hermanos, fundamentalmente de los más necesitados, constituyen los dos pilares que sustentan el Cristianismo y que le confieren su perpetuidad y vigencia en el tiempo. De allí su mandato: “Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo, como a ti mismo”. Es la singularidad y especificidad de la religión cristiana, la trascendencia que se humaniza, -amor- y la inmanencia que se eleva –servicio-.
Cristo, el ser más grande que haya conocido la humanidad y cuyo advenimiento celebramos, expresó: “Non venit ministrari, sed ministrare”, No he venido a ser servido, sino a servir. (Mt 20, 28). Allí radica su gran misión y básicamente lo que se nos pide a los cristianos. Colocarnos efectivamente al servicio de los otros por amor. El servicio no es esclavitud porque quien ama es feliz de poder servir. El cristiano sirve con alegría. Sirviendo ejercemos nuestra identidad más profunda. Somos hijos de Dios, imagen de su amor. Al servir ejercemos creativamente todos los dones y habilidades que Dios nos dio. Construimos el reino de amor. Recordemos el eco de las enseñanzas del evangelio. “el que quiera ser el primero de los hombres que sea el último ante Dios, la cercanía a Dios es lejanía del egoísmo y de la vanidad humana.
Hoy más que nunca, nuestro País y nuestras instituciones nos reclaman una gran dosis de amor y servicio, si queremos que las cosas cambien para bien. Por cuya circunstancia, esta navidad se constituye en un buen momento para reflexionar e internalizar en cada uno de nosotros la misión salvadora de Cristo para alcanzar un mejor futuro, que debemos construir solidariamente entre todos. Para los estimados lectores que me siguen semanalmente por este prestigioso medio: Feliz Navidad!.
DC / César Ramos Parra / Profesor Universitario / @cesarramosparra