El presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, preside a partir del lunes la XXIV Cumbre Iberoamericana, que podría proporcionarle un respiro de la crisis por los 43 estudiantes desaparecidos que ha deteriorado su imagen internacional.
El emblemático puerto de Veracruz (400 km al este de Ciudad de México) será sede de esta reunión de dos días en un contexto de indignación y protestas en México por la presumible masacre de estos jóvenes a manos de policías y narcotraficantes.
Presionado por resolver este brutal crimen y enfrentar la corrupción, el presidente de la segunda economía de América Latina tendrá la oportunidad de discutir sobre asuntos alejados de la criminalidad con mandatarios de la región, España y Portugal.
«Esta cumbre va a ser principalmente para mostrar que México sigue funcionando, que sigue trabajando, que el gobierno de Peña Nieto está fuerte y tiene un rumbo», dijo a la AFP Ana Luisa Trujillo Juárez, experta en relaciones internacionales de la pública Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Los líderes de la región probablemente apoyarán los esfuerzos de Peña Nieto por restaurar la seguridad en México porque «es un país clave y al final de cuentas se desea más estabilidad en nuestro país que beneficie a la región», señala.
Recuperar atractivo de cumbre
El secretario (ministro) de Relaciones Exteriores, José Antonio Meade, dijo que los trabajos de la cumbre se enfocarán en educación, cultura e innovación, asuntos que ayudarán «a construir esas condiciones de paz».
Pero esta cumbre ha ido perdiendo atractivo para los líderes en los últimos años, lo que provocó que en la última reunión de Panamá en 2013 — a la que acudió la mitad de los 22 mandatarios — se decidiera que después de la cita de Veracruz pase a celebrarse cada dos años.
Los países de la región han formado entre ellos nuevos bloques en los últimos años como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), la Alianza del Pacífico o la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur).
Las regulares citas de estos organismos, junto a otras como la Cumbre de las Américas con Estados Unidos y Canadá, ocupan importantes espacios en las agendas de los mandatarios.
Llegada de Castro en duda
El gobierno de México, país que albergó en Guadalajara la primera Cumbre Iberoamericana en 1991, pretende ahora «relanzar» este foro y se ha esforzado por lograr una gran presencia de mandatarios.
Por el momento han declinado su presencia la presidenta argentina Cristina Kirchner, por motivos de salud, y la brasileña Dilma Rousseff, inmersa en los preparativos de su nuevo gobierno, señaló Meade.
Los presidentes de Perú, Chile y Colombia — socios de México en la Alianza del Pacífico — han confirmado su llegada a Veracruz al igual que los de Ecuador, Uruguay, Paraguay y los de Centroamérica salvo Nicaragua.
Todavía falta por confirmar la presencia de algunos jefes de Estado como el venezolano Nicolás Maduro y el cubano Raúl Castro, quien no ha participado en una cumbre iberoamericana desde que asumió la presidencia en 2008 y que ha sido invitado expresamente por México y España.
Al igual que hizo antes Meade, el canciller español, José Manuel García-Margallo, viajó a la isla a finales de noviembre y manifestó su interés en que Castro acuda a la cumbre, al señalar que Cuba «juega un papel esencial» en la comunidad iberoamericana.
La de Veracruz será también la primera cumbre iberoamericana de Felipe VI desde que fue proclamado rey de España en junio.
«Las cumbres iberoamericanas se han convertido en una pesadilla para el gobierno español», dijo a la AFP el analista José Antonio Zarzalejos, exdirector del diario conservador ABC de Madrid. «Hace unos cuantos años era la cumbre más importante que había en América Latina, siendo España la cabeza de puente hacia la Unión Europea, pero en los últimos años han sido muy deslucidas».
DC | AFP
Foto: Archivo