Cuando Katiusca va a surtir la bodega que tiene en el sector Colinas de Valle Verde en Puerto La Cruz, se levanta a las 5:00 de la madrugada a ver si le alcanza la mañana en la búsqueda de las compras para la semana, pero desde hace algunos meses las opciones han comenzado a desaparecer.
En su negocio ha dejado de exhibir chicharrones, Ruffles y Doritos, pues no los ha encontrado en ninguna de sus presentaciones. “Era lo que más vendía, y ahora sólo tengo Cheese Tris y Pepitos, porque los Platanitos aumentaron tanto que ya ni los piden”.
Cuenta que cuando comenzó a vender chucherías en su comunidad, hace siete años, la opción más cara costaba 10 Bs., y en la actualidad eso no alcanza ni para una chupeta. Hoy sus exhibidores están vacíos, y en ocasiones ha tenido que vender productos de la cesta básica para compensar la ganacias que ha dejado de percibir.
“Las chucherías están escasas y cada día es menor la ganancia que me queda”, dijo.
Hace algunos meses comenzó a vender helados para aumentar sus ingresos, pero la escasez de azúcar la ha limitado en su trabajo.
Caros gustitos
En la bodega de Nora Martínez, ubicada en el sector porteño Las Delicias, se consigue Pirulín, Samba, Doritos y Ruffles. Confiesa que ha tenido que pagar un poco más del costo que marca cada producto para poder adquirirlo.
“Con las ventas de la chuchería mantengo a mis dos hijos de cuatro y nueve años, tengo que hacer maromas para conseguir todo y a veces se quejan porque vendo muy caro, pero soy una de las pocas que tengo variedad en mi local”, aseguró.
Ella vende la bolsa pequeña de Doritos y Ruffles en Bs. 25, la Samba actualmente la tiene en Bs. 30 y el Pirulí cuenta Bs. 20. Sus ventas se han mantenido, pero ha tenido que agregar algunos productos como condimentos y refrescos para satisfacer a sus clientes.
“Creo que en unos meses sólo podremos comprar pepitos y galletas porque lo demás no se encuentra en las distribuidoras”, aseveró.
DC | vía ET
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