Piensa en algo de lo que te arrepientes (o te gustaría que no estuviese en tu pasado); ahora piensa en un hermoso hecho que viviste. ¿Qué hay detrás de ambos acontecimientos? ¡Una decisión! Tomamos por día no menos de 300 decisiones: la decisión de apagar el despertador, de levantarnos, de salir de debajo de la cobija (esa es una de las más difíciles), qué vestir, qué comer y más. Todas son decisiones, y detrás de cada decisión siempre hay consecuencias.
¿Tomaste una mala decisión alguna vez?… ¿y una buena? todos lo hemos hecho. Si algo hace libre al ser humano es la capacidad de elegir, albedrío que me ha colocado en encrucijadas donde se me cruzaron dos o más caminos difíciles y debí elegir qué carrera estudiar, con quién casarme o en qué dios creer. Cada bifurcación suponía una decisión que afectaría mi destino.
El poder de elegir es un regalo de Dios. Pero con el derecho de decidir, nace el deber de responder por lo que hacemos, sea bueno o sea malo.
Mucha gente no crece porque culpa a otros de sus malas decisiones: a sus padres, a la familia, a los amigos, a la sociedad, a Adán, Adán acusa a Eva, y Eva a la serpiente. Por cierto, quienes acusan a Satanás dicen: Yo no tengo la culpa, el diablo me llevó a hacerlo,… Como una mujer que compró un vestido exageradamente caro y al reclamarle su marido, ella dijo: –El diablo me hizo comprarlo. –Bueno, y ¿por qué no le dijiste: ¡Quítate de delante de mí Satanás!? –Lo hice -respondió la esposa-, pero me obedeció y cuando se puso detrás me dijo que de allí se veía tan hermoso como de adelante, así que lo compré.
Satanás es el tentador, no el controlador. Para madurar, responsabilízate por tus actos y asimila que tus decisiones significarán triunfo o derrota, excelencia o inferioridad, vida o muerte.
Moisés, líder de Israel, con 120 años de edad, antes de morir confrontó a los israelitas con este dilema: Hoy pongo al cielo y a la tierra por testigos contra ti, de que te he dado a elegir entre la vida y la muerte, entre la bendición y la maldición. Elige, pues, la vida, para que vivan tú y tus descendientes. Ama al Señor tu Dios, obedécelo y sé fiel a él, porque de él depende tu vida,… (1)
Usando a Moisés como vocero, Dios retó a Israel a que lo escogiera a Él porque representaba la vida. Si los israelitas optaban por Dios y lo obedecían, continuarían recibiendo sus bendiciones. Como responsable de tu destino opta tú también por Dios. Esta es una decisión de vida o muerte.
Eres la suma total de todas las decisiones que has tomado hasta este momento de tu vida
Hoy, tu vida es una cosecha de las resoluciones buenas o malas que hiciste desde que comenzaste a tener uso de razón hasta ayer. Tu vida es como una alcancía, en cada asunto vital tienes dos monedas: una mala y una buena. Tú decides entre odiar o amar; no te extrañe que si en la alcancía colocas monedas de odio, al abrirla halles hostilidad. Decides entre ofender o elogiar; no te extrañe que si en la alcancía colocas monedas de ofensa, al abrirla halles desprecio. Y así, debes decidir entre depositar monedas de fracaso o éxito, de retener (ser tacaño) o aportar (ser generoso), de rendirte o perseverar, de rechazar a Jesús o aceptarlo.
Es una ley de la vida: recoges hoy lo que sembraste ayer. El doctor Pablo afirma: No se engañen: de Dios nadie se burla. Cada uno cosecha lo que siembra. (2) ¡Siembra buenas monedas en tu alcancía!
Deuteronomio 30:19-20 (NVI) ; Gálatas 6:7 (NVI)
Te invito a sintonizar de lunes a viernes a las 11:00 a. m. Onda, la superestación 107.3 FM, en Maracaibo; o bajando la aplicación de Unión Radio a tu dispositivo móvil y ubicando la emisora, para escuchar micros inspiradores de dos minutos llamados “Influyente” y donde tengo la oportunidad de ampliar más estos conceptos.
DC/ Raúl Parra / rlpt10@yahoo.es / @RaulParraT