El video del asesinato de un policía en París hace una semana, durante el ataque el semanario Charlie Hebdo, impactó en las redes sociales. En diciembre los homicidios de dos policías en Nueva York causaron conmoción dentro y fuera de Estados Unidos. En Caracas el año pasado fueron asesinados 132 policías y más de 250 en todo el país, pero nada pasó. Esos crímenes ya son “rutina”. No hubo lamentos masivos en Twitter ni Facebook, ni protestas de calle y tampoco expresiones de condena de las autoridades gubernamentales.
En los 15 días que han transcurrido de 2015 han sido asesinados 10 funcionarios de cuerpos de seguridad del estado en la Gran Caracas, entre policías y efectivos de la GNB. Una de las víctimas fue Alvaro Blanco Escobar, supervisor agregado de la Policía de Miranda, que fue asesinado a sangre fría por un joven dentro de una panadería, como muestra un video que ha circulado en las redes sociales.
El portal de noticias Runrun.es se expresó en relación al contenido visual difundido en youtube, publicando lo siguiente: «respeta el dolor de los familiares de la víctima y lamenta la pérdida. Sin embargo, decidió publicar el video del asesinato por considerar que se trata de un documento gráfico importante que permite denunciar un modus operandi y llamar la atención sobre el asesinato de funcionarios policiales en el país».
El sábado 10 de enero Blanco Escobar hacía su ronda de rutina, como acostumbraba desde hacía 23 años, cuando ingresó a Polimiranda a prestar servicio. Eran las 9:00 de la mañana cuando entró a la panadería Tacatatuy -en la localidad mirandina de Tácata- a tomar un café y algo para desayunar. Desprevenido, con el arma a un costado, se paró frente al mostrador a pocos metros de otro cliente del local que también hacía su compra. Era un muchacho con un morral rojo en la espalda, como cualquiera que va a clases o al trabajo.
Segundos después el joven dejó el establecimiento con un pote de medio litro de jugo en las manos. El Polimiranda Blanco Escobar, un hombre robusto de 49 años de edad, seguía parado esperando que lo atendieran, sin sospechar que su vecino de mostrador se convertiría en su verdugo.
El muchacho del morral rojo cruzó la puerta, pero nunca se fue del lugar, dio la vuelta y cuando regresó había cambiado el cartón de jugo por un revólver. Se paró detrás del funcionario policial, lo apuntó a la cabeza y le disparó. No dijo nada, no hizo ninguna advertencia, ni lo amenazó. Solo tiró del gatillo sin remordimiento.
El policía cayó al piso muerto. Su atacante se agachó junto al cuerpo y, con destreza y velocidad, le sacó la pistola de la funda y huyó corriendo. Todos los clientes del establecimiento salieron en carrera, entre ellos otro joven que acababa de entrar al local también con actitud extraña, y que resultó ser cómplice del homicida.
El funcionario fue ascendido a supervisor jefe postmorten y deja dos hijos, uno con condición especial. Sus dos atacantes murieron poco después en un presunto enfrentamiento con una comisión de Polimiranda. Ambos tenían 18 años de edad. Las incautaron el revólver con que le dispararon a Blanco Escobar y el arma del policía.
En su columna Runrunes, de este jueves, el periodista Nelson Bocaranda se refirió a la indiferencia con que se trata en Venezuela el asesinato de funcionarios policiales. Inició su análisis con la frase “Dolor propio y pena ajena” y citó los trabajos de realizados recientemente por las colegas Angélica Lugo y Natalia Matamoros, que muestran cifras contundentes. “…En las calles de nuestra revolucionaria y socialista Caracas asesinaron a un policía cada tres días y medio en los últimos tres años. Para esos 327 policías nuestros, ni un gesto, ni una palabra. Ninguna lección aprendida. Ninguna reivindicación”, dijo Bocaranda.
DC | vía RR
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