A primera vista, la dieta alcalina parece ser demasiado buena para ser cierta. Los que la proponen sugieren que reemplazar alimentos ácidos con alcalinos puede mejorar la salud. E incluso aseguran que puede combatir enfermedades tan peligrosas como el cáncer.
Hay, de hecho, varias personas fieles a esta dieta que afirman haber conseguido resultados milagrosos. Pero… ¿hay buenas evidencias detrás de la dieta alcalina?
La dieta alcalina se basa en la idea de que los alimentos que se consumen pueden alterar la acidez o alcalinidad (el pH) del cuerpo.
Cuando se metaboliza lo que se ingiere y se extraen las calorías, lo que se hace es “quemar” los alimentos, solo que sucede de manera lenta y controlada. Así, este proceso deja un residuo de cenizas, exactamente igual que cuando se quema madera en un hogar.
Y esta ceniza puede ser ácida o alcalina (o neutra), y los promotores de esta dieta declaran que puede afectar directamente la acidez del organismo.
Así, si se consumen alimentos con cenizas ácidas, el cuerpo se vuelve ácido. Y si se ingieren alimentos con cenizas alcalinas, el organismo se vuelve alcalino. La ceniza neutral no tiene efecto. Es simple.
Se piensa que la ceniza ácida vuelve al cuerpo vulnerable a enfermedades, mientras que la alcalina se considera protectora. Eligiendo más alimentos alcalinos, se debería poder “alcalinizar” la dieta y mejorar la salud.
Los componentes que derivan en ceniza ácida incluyen a la proteína, el fosfato y el sulfuro, mientras que los componentes alcalinos incluyen el calcio, el magnesio y el potasio (1, 2).
Ciertos grupos alimenticios son considerados ácidos, alcalinos o neutros también:
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