Los límites son líneas que te definen como persona. Te enseñan lo que eres y lo que no eres. Te muestran dónde terminas tú y dónde empieza otro. Te dan un sentido de propiedad. Te muestran de qué eres responsable y de qué no. En la primera entrega vimos ejemplos de límites: la piel y las palabras. Los últimos tres son:
La verdad
Conocer la verdad sobre Dios nos muestra los límites divinos y nos enseña los nuestros. Por ejemplo, cuando leemos de la ley de siembra y cosecha: No se engañen: de Dios nadie se burla. Cada uno cosecha lo que siembra. (1) Podemos vivir mejor respetando esa realidad o seguirnos lastimando, tratando de ir en su contra. Nuestro adversario espiritual tergiversa la verdad: cuando tentó a Eva en el paraíso, estaba poniendo en duda los límites de Dios y Su verdad; las consecuencias fueron desastrosas. Graba esto: seas cristiano o no, vivir de acuerdo con la verdad de Dios facilita una vida mejor y abundante.
La distancia física o emocional
El prudente ve el peligro y lo evita;… (2) En ocasiones, alejarte físicamente de una situación de riesgo te permite mantener límites y guarecerte del peligro. Apártate de aquellos que continúan lastimándote y busca un lugar seguro. Así, la persona que queda atrás extrañará tu compañía y esto eventualmente puede llevarle a modificar su comportamiento. Muchas veces, en una relación abusiva, la única manera para que alguien entienda que tus límites son reales es crear una brecha entre ambos, hasta que la otra parte se decida a enfrentar el problema.
Los adultos infantiles que nunca se han desligado espiritual y emocionalmente de sus padres, suelen necesitar separarse por un tiempo de ellos, levantando límites y creando nuevas maneras de relacionarse. Esta separación temporaria puede resultar por un tiempo la locura para los padres, pero termina siendo beneficiosa para la relación.
El distanciamiento emocional es un límite pasajero que le da al corazón espacio suficiente para estar a salvo, ¡no se trata nunca de una manera permanente de vivir! Las personas involucradas en relaciones abusivas necesitan hallar un lugar seguro donde “descongelarse” emocionalmente. En ocasiones, un cónyuge maltratado necesita distancia emocional, hasta que el compañero abusivo se enfrente a su problema y sea nuevamente digno(a) de confianza.
Las consecuencias
El prudente ve el peligro y lo evita; el inexperto sigue adelante y sufre las consecuencias. (3) Invadir la propiedad privada tiene consecuencias (al menos, en la mayoría de los países). Los carteles que dicen: “Prohibido el paso” suelen prever una sanción para los intrusos.
Las Sagradas Escrituras enseñan este principio de las consecuencias, diciendo que si caminamos de determinada manera, esto sucederá; y si caminamos de esta otra manera, esto otro sucederá. Igualmente tú necesitas respaldar tus límites con consecuencias. ¿Cuántos matrimonios se habrían salvado si uno de los cónyuge hubiese cumplido su amenaza: Si no dejas de tomar (o de venir a casa a medianoche, o de golpearme, o de gritar a los niños)… me voy …y ¡no vuelvo hasta que comiences un tratamiento!? Cuántos adultos jóvenes tendrían una vida distinta si sus padres hubiesen puesto en práctica la amenaza: Si vas a seguir fumando marihuana en esta casa, búscate otro lugar donde dormir.
Las consecuencias proporcionan “púas” filosas a las cercas, permite que los demás entiendan la gravedad que implica no respetar nuestros límites y cuánto nos queremos como personas. Les enseña que valoramos nuestro compromiso de luchar por vivir de acuerdo con principios beneficiosos.
Quizás lo que está faltando en tu matrimonio, en tu relación con los hijos o en tu trabajo, son límites saludables. Quizás lo que está faltando en Venezuela y en sus líderes gubernamentales -ante la anomia existente, donde las reglas sociales se han degradado o eliminado y ya no hay respeto por la justicia, la equidad, ni la vida-, son límites saludables, contrapesos.
Gálatas 6:7 (NVI) ; Proverbios 22:3ª (NVI); Proverbios 22:3 (NVI)
DC / Raúl Parra / rlpt10@yahoo.es / @RaulParraT