Todo empieza en nuestra cabeza. “Los estímulos entran en el cerebro a través de la vía visual y pueden activar algunas áreas”, afirma el doctor Carlos Tejero, vocal de la Sociedad Española de Neurología (SEN). “Aparentemente, cuando estamos viendo imágenes de contenido erótico se enciende una zona que tenemos en el lóbulo frontal, que está encima de los ojos, y que llamamos corteza órbitofrontal”.
La respuesta del cerebro ante estas imágenes es intensa y expeditiva. La Universidad de Washington (EE. UU.) sometió a un grupo de voluntarios a largas secuencias de imágenes variadas: de esquiadores a perros gruñendo pasando por parejas ligeras de ropa en poses sensuales. Cuando los voluntarios vieron las imágenes eróticas, sus cerebros produjeron respuestas eléctricas que eran más fuertes que las provocadas por el resto del material. “Esta diferencia en la respuesta de ondas cerebrales surgió muy rápidamente, lo que sugiere que diferentes circuitos neuronales puedan estar implicados en el procesamiento de imágenes eróticas”, concluyeron.
Una de las reacciones más frecuentes, viendo estas imágenes, es que nos entren ganas de hacer lo mismo que los actores de la película. “Lo que vemos en el cine por supuesto que nos influye, y mucho”, dice Ana Fernández Rodríguez, psicóloga clínica y sexóloga, coordinadora del grupo de Psicología y Cine del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid. “Si observamos imágenes con contenido sexual durante un rato, se despertará nuestro propio deseo, al igual que podría ocurrir con las ganas de comer después de ver platos suculentos”.
DC | EP
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