La cúpula gobernante y algunos sectores de la oposición consideran que la sociedad venezolana se dirime entre izquierda y derecha o entre capitalismo y socialismo. Todo ese discurso, además de malintencionado es confusionista y no dibuja nuestra realidad. Una manera de identificar lo que se vive, es comparando el discurso con hechos, o conceptos con realidades. Allí se expresan dos caminos, uno señala como seguir hundiéndonos, el otro como salir de este atolladero. Veamos:
Contraste entre la economía productiva y la especulativa. En estos 16 años de régimen, se ha exacerbado el capitalismo rentista petrolero y su componente estatista, se agravaron todos los males heredados y surgieron otros. La especulación financiera es heredada, pero hoy se asume como estrategia de preservación del poder. Además, para cualquier empresario, funcionario público o persona natural que cuente con bolívares, es mucho más fructífero ingresar a ese bajo mundo que invertir en la producción, si a ello le sumamos la maquinita de imprimir dinero inorgánico en que se convirtió el Banco Central, la inseguridad jurídica, los despojos al sector productivo, el resultado es entonces un país que no produce, que vive de los impuestos y del aporte del 96% de las divisas petroleras. La solución está en hacer todo lo contrario, debemos superar la especulación financiera, diversificar la economía y una política dirigida a rescatar el aparato industrial, la agroindustria y construir un nuevo país agrícola.
El populismo contrasta con los intereses populares, evoca al pueblo, pero al mismo tiempo lo niega. El socialismo del siglo XXI, fortaleció la vieja práctica y cultura populista de América Latina. Un Estado embustero y controlador que practica el populismo ramplón, padece de una enfermedad contagiosa, frena el crecimiento individual y colectivo de la gente, la somete a un mundo de alienación absoluta y a una visión disociada de la realidad., socaba las bases de la verdadera participación ciudadana y de las organizaciones autónomas de la sociedad, refuerza el reparto de renta, la dependencia del ciudadano respecto del Estado y un proyecto de nivelación por abajo, que se ha traducido en más pobreza.
Contraste entre democracia y autoritarismo. Que se realicen elecciones con frecuencia, no significa que se viva la democracia y menos si ellas están impregnadas de ventajismo. No cumplir el ordenamiento jurídico o que no haya separación de los poderes, no son los únicos elementos que cualifican a un régimen como autoritario, sino el abandono absoluto de los principios que rigen la democracia como cultura de vida, no por ignorarlos sino por su sed de poder. Humberto Maturana, biólogo chileno, nos dice; “vivir la democracia, es mirar y reflexionar sobre nosotros como seres humanos que podemos vivir en un hacer responsable y ético, en la colaboración y la co-inspiración; un hacer fundado en el respeto por nosotros mismos y los demás, en la continua configuración de un ámbito de convivencia que genera alegría y bien-estar”. El autoritarismo es una convivencia en la exigencia de obediencia y sumisión, también hay a quienes les place obedecer y ser sumisos, entonces no es una condición que se impone sólo de arriba hacia abajo. Un elemento que niega la democracia, es el no escuchar al otro, ignorarlo, ningunearlo y esa es una práctica no solo de quien actualmente ejerce el poder, eso está en los tuétanos de la vieja política.
Contraste entre las nuevas formas de hacer política y la vieja política. La vieja política está arraigada en las dos hegemonías que polarizan. Hay un miedo excesivo a los cambios, a la renovación de liderazgos y de discursos, al debate sincero, desinteresado y diáfano. La política de altura, coloca en primer orden los intereses del país y de la gente, es un apostolado de servicio a la sociedad, guía el camino en la construcción de ciudadanía, en la promoción de nuevos valores, en el ejercicio pleno de la democracia, la amplitud, la inclusión, la unidad sincera y la participación. Para las hegemonías estas cuestiones son baladíes, el dialogar sobre estos aspectos, son perdedera de tiempo. Siguen impregnados del quítate tú para ponerme yo, el asunto es controlar el poder, ahí culmina su política.
Contraste entre el partido político y las franquicias o los llamados partidos de maletín. Un partido sea de cuadros o de masas, es una expresión de los intereses diversos que coexisten en una sociedad, tiene estructura, tienen principios, programa y funcionan de acuerdo a sus estatutos: Las franquicias tienen un dueño y tienen sucursales, se venden al mejor postor, renacen en cada proceso electoral para negociar la tarjeta y en nada tienen que ver con la gente ni con los intereses de nadie. Allí funciona el interés del dueño, afecta principalmente a quienes hacen vida política, pero terminan siendo un eslabón dañino de la cadena, que repercute negativamente en la sociedad.
Contraste entre transparencia y corrupción. En nuestro país, el ejercicio del poder con transparencia pasó al olvido, acá pulula el pillaje y se promueve desde arriba, sin embargo, no es una condición sólo de la cúpula gobernante, la oposición también tiene sus pillos. En el gobierno la competencia no es por quien presta mejores servicios, sino por ser el corrupto más capaz, aquel que maniobra mejor en los hilos del poder sin ser descubierto. Quienes hoy se preocupan por lo público y la necesidad de combatir la corrupción, son algunos sectores de la sociedad y factores políticos que tenemos por principios la justicia, la honestidad y la honradez; las grandes mayorías, aun cuando reconocen que la corrupción carcome todas las instituciones, se dirimen entre la cola y la zozobra que produce la impunidad y el delito. La sociedad que está por construirse debe blindarse contra la corrupción.
DC / Ing. Golfredo Dávila / Secretario General de Vanguardia Popular en el Zulia / @golfredodavila