Protestas contra la presidenta Dilma Rousseff han sido convocadas para el domingo en todo Brasil, en momentos en que el país atraviesa un panorama económico complejo y la mayor investigación de corrupción de su historia.
Menos de tres meses después de iniciar su segundo mandato, la exguerrillera de izquierda, reelecta en octubre por un ajustado margen, enfrenta duras críticas por la situación económica y por la gigantesca trama de corrupción descubierta en la estatal Petrobras, reseñó AFP.
La economía ha crecido muy poco en los últimos cuatro años y está ahora estancada, hay déficit de cuentas públicas, inflación elevada (7,7% en 12 meses) y el real se ha devaluado 30% en 12 meses. El Gobierno impulsa un ajuste fiscal para poner la casa en orden, pero esto disgusta a su vez a parte de la izquierda.
La popularidad de Rousseff cayó 19 puntos en febrero, a 23%, y en barrios ricos de Sao Paulo y otras ciudades del país su discurso del domingo a favor de un ajuste económico fue objeto de cacerolazos. Rousseff fue luego abucheada en el Salón de la Construcción, también en la capital económica del país.
Los obispos brasileños pidieron calma a la población este jueves, en vísperas de las protestas.
«El escándalo de corrupción en Petrobras, las recientes medidas de ajuste fiscal adoptadas por el gobierno, el aumento de la inflación, la crisis en la relación entre los tres poderes y las diversas manifestaciones de insatisfacción de la población son algunas señales de una situación crítica que, negada o mal administrada, puede debilitar al Estado democrático», alertó la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil (CNBB).
«Un país mejor»
Uno de los movimientos que convoca las protestas, Vem pra Rua (Ven a la calle), se declara «indignado con nuestra clase política» y dice que su meta «es instigar al pueblo brasileño a salir a la calle en busca de un país mejor», pero cree que aún no hay elementos para pedir el ‘impeachment’ (destitución) de la mandataria.
«¡No vamos a militar más por la ganancia y la corrupción de estos militantes del mal!», dice un video colgado en su página de Facebook, mientras muestra imágenes del expresidente Luiz Inacio Lula da Silva (2003-2010), fundador del gobernante Partido de los Trabajadores (PT), alzando la mano de su sucesora Rousseff.
Brasil vive un clima político de gran incertidumbre luego de que la Corte Suprema autorizara la investigación de 47 políticos -incluidos 12 senadores y 22 diputados en funciones- por su supuesto involucramiento en la trama de sobornos y lavado de dinero de Petrobras. La mayoría pertenecen al PT o a partidos que integran la coalición de gobierno.
El grupo Movimiento Brasil Libre, que defiende el liberalismo económico y el combate a la corrupción, sí reclama la destitución de Rousseff. También Revoltados Online, que ha defendido la intervención militar en el pasado.
«Hay mucha decepción. Esta fue una elección muy difícil, y Dilma está haciendo el programa de gobierno que prometió que no iba a hacer (…) El PT llegó al poder prometiendo ética, acabar con la corrupción, y ahora resulta que Petrobras que era el orgullo del país fue asaltada durante 18 años y nadie sabía», dijo a la AFP el antropólogo Roberto Damatta, de 78 años, autor de varios libros sobre Brasil y los brasileños.
Damatta estimó que parte del problema se origina en la falta de carisma y de poder de comunicación de Rousseff con la población. «Está ahí, como inmóvil, no puede comunicarse (…) No es Lula, no. Lula era otra cosa», afirmó.
«Sin odio»
Los movimientos esperan reunir el domingo a decenas de miles de personas, pero aún se desconoce cuál será su alcance.
El ministro de Justicia, José Eduardo Cardozo, pidió a los brasileños manifestarse «sin odio» y «alejarse de posturas golpistas».
Otras marchas en defensa de la democracia, de Petrobras y de la reforma política han sido convocadas para el viernes por sindicatos afines al PT como la Central Única de Trabajadores (CUT) y movimientos sociales como los Sin Tierra, también en varias ciudades del país.
No obstante, estos grupos protestarán asimismo «para exigir cambios en la política económica del gobierno (no al alza de la tasa de interés y a las medidas de ajuste de carácter regresivo y recesivo)», según la CUT.
Las marchas evocan las violentas protestas de junio de 2013, cuando más de un millón de personas se volcaron a las calles en rechazo a un aumento de la tarifa del transporte y luego contra la corrupción política y los gastos públicos para la Copa del Mundo, de la cual Brasil fue anfitrión un año después.
DC | Agencia