Luis Enrique y Ancelotti llevan subidos en una montaña rusa desde el último Clásico. Unas veces en bajada, criticados hasta el punto de poner en duda su continuidad, y otras arriba del todo, halagados como gurús del fútbol moderno. Con ellos no hay termino medio.
Tan acostumbrados están a la dictadura de los resultados que a ninguno de los dos se le ocurre abandonar nunca la cautela. Ambos saben a la perfección que las cosas en el fútbol pueden cambiar de un día para otro. ¿Y de un Clásico a otro? Cinco meses. Un mundo.
25 de octubre de 2014. El Real Madrid se impone con claridad por 3-1 al Barça en el duelo disputado en el Santiago Bernabéu. Los blancos atraviesan su mejor momento de la temporada y terminarán encadenando una racha increíble de 22 triunfos consecutivos. Por el contrario, los azulgrana comenzarán su particular descenso a los infiernos, con Luis Enrique cuestionado y enfrentado a Messi, y el presidente Bartomeu imputado.
En Anoeta, el Barça toca fondo. Pero es para coger impulso y lanzarse a la caza del Madrid. Los blancos pierden en Valencia, caen goleados ante el Atlético, se dejan dos puntos ante el Villarreal y entregan el liderato ante el Athletic. En 19 jornadas, la ventaja blanca se ha esfumado ante un Barça que sólo comete un desliz ante el Málaga y que consigue meterse en la final de Copa.
El viento en contra de Luis Enrique cambia y arrastra ahora a Ancelotti, cuestionado hasta límites insospechados antes de jugársela en el Camp Nou. Difícil de imaginar hace apenas unos meses cuando a Carlo le llovían rosas a su paso y todos los palos eran para el asturiano. Ahora es justamente al revés.