Ante la paralización de los molinos marabinos, que abastecen con harina de trigo a las panaderías de la Costa Oriental del Lago (COL), algunos propietarios de estos comercios decidieron, a partir de esta semana, vender 10 panes por persona mientras sortean la crisis por la escasez de este rubro en el estado.
“Tenemos una situación con la harina, hemos optado en vender 10 panes por persona, creando esa incomodidad entre nuestros clientes”, reconoce María Ríos, encargada de una panadería ubicada en la avenida Bolívar, en el área del casco central de Ciudad Ojeda, municipio Lagunillas.
“El trigo escasea en unas temporadas, pero siempre uno trata de tener su reserva para que no pasen estas cosas. Pero ahorita lo que dicen los tres molinos que nos distribuyen, es que no tienen trigo, se paralizaron. Ellos dicen que pasa un mes y medio para que el molino vuelva a funcionar y tres a cuatro meses, para que se estabilice”, asegura Ríos sobre el periodo que pasará para que el sector panadero retome el ritmo productivo.
En el caso de este local, requieren 30 sacos diarios, solo sacando pan salado y productos para la pastelería del mostrador. Con esto ahorran la harina de trigo.
“Ahorita hemos llegado a trabajar con seis sacos diarios, estamos a veces, hasta cinco horas sin pan, y solo haciendo el salado, sin vender ninguna otra variedad”, reconoció la encargada.
Ríos recordó que la mañana de este lunes, el pan salado se les terminó a las 10 am y mientras generaban la producción de la tarde, terminaron sacando la mercancía a partir de las 5:00 de la tarde.
Mostradores de algunos locales, entre ellos, los de la panificadora donde labora Ríos, muestran estantes vacíos.
«Tratamos de hacer las cosas con los que nos rinde la harina, lo que es la pastelería, los dulces secos, pero el fuerte de de nosotros es el pan», señala sobre el eje que mantiene el establecimiento que tiene 60 años funcionando en Lagunillas.
Su preocupación también la comparte Tomas Ramos López, presidente de la Federación Venezolana de Industriales de Panificación y Afines (Fevipan), quien recientemente, al reunirse con Miguel Pérez Abab, encargado de la Comisión Presidencial para el Desarrollo Productivo, planteó la situación que mantiene al sector ante una emergencia.
En ese encuentro, Ramos López sugirió la urgente y necesaria importación de al menos 200 toneladas de harina de trigo, como una manera de favorecer al sector panadero venezolano.
En el caso de Cabimas, otro municipio de la COL, la situación aún no llega a los niveles de criticidad de Lagunillas.
El presidente de la Cámara de Comerciantes e Industriales de Cabimas (Caicoc), Ricardo Acosta, consultado por esta situación, comentó que en este municipio existe inventario para dos semanas.
“Recientemente hubo una escasez de levadura, en el caso de la harina de trigo, todavía hay dos semanas de inventario, pero si en ese lapso no reciben despachos, si puede haber problemas”, evalúa Acosta.
La falta de producto en panaderías impacta a los clientes, entre ellos a Alberto Morales, quien rememora que la tarde de este martes, llegó a un local para comprar y “pregunté por el pan salado, me asombré cuando me dijeron que no tenían”.
Cuando Ríos, encarga de la panadería lagunillense o cualquiera del personal de ese lugar, le dice al cliente que no tienen pan: «vemos la incomodidad, algunos no creen que nos falta harina, piensan que son cosas de nosotros para generar esta situación, pero no es así», recalca.
Hacia los estados centrales del país, como Carabobo, la venta de una cantidad especifica de pan, se aplica desde abril de 2014. En el caso del Zulia, como hay dos molinos que funcionan en Maracaibo, no se percibía la necesidad, pero ahora la falta de trigo los tiene paralizados.
Al menos la encargada de la panadería lagunillense mantiene la esperanza que, al entrar en funcionamiento los molinos, recibirán despachos en la medida que se reactiven los envíos, pero hay locales con mayor incertidumbre.
«Nosotros tenemos distribución directa del molino y estamos afectados, las panaderías que están en los barrios es peor, porque ellos no tienen directamente del molino, ellos compran a distribuidores. Allí se ven los abusos, porque una saco de harina lo más que puede costar es 1500 y lo venden en 3500 bolívares, sin factura, que es algo que también afecta la contabilidad porque no tienes como soportarlo «, asegura Ríos.
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