El economista, político, escritor y diplomático venezolano reacciona con firmeza ante las declaraciones de Maduro cuando dijo: “Diego Arria pide a Obama que ´bombardeen´ a Venezuela”. Solo un tarado como Maduro puede decir: “Diego Arria pide a Obama que ´bombardeen´ a Venezuela”, todo porque en el diario El Nacional y en el Nuevo Herald, al igual que en mi página de Facebook, y en múltiples medios de comunicación, afirmé como reitero hoy: «Venezuela sí es una amenaza».
Claro me refiero al régimen que, habiendo secuestrado a Venezuela -sus poderes públicos y su fuerza armada-, la ha convertido en una amenaza desde la tiranía de Chávez por las consideraciones que anoto en esos artículos y en mi propio libro «Venezuela: La Hora de la Verdad». Por eso siempre soy solidario con los familiares de las víctimas del régimen.
Maduro, al igual que «Padrino» y el finado Chávez -y la cuerda de arrastrados generales socialistas- nunca han estado más cerca de un conflicto armado que en un pleito en un botiquín. Por eso llaman tan alegremente a la guerra y, como solo ven películas de la Segunda Guerra Mundial, se imaginan que todavía «bombardean» como los japoneses a Pearl Harbor, los Alemanes a Londres o los Ingleses a Berlín.
¿Y por qué Maduro se aterra de un bombardeo -inexistente-, si ya públicamente había declarado antes: “Si tengo que tomar un fusil sería el fin del imperio norteamericano”?
Terrorismo, narcotráfico y corrupción
Muy simple, la verdad es que a Maduro -que no a Venezuela- se le viene encima no un «bombardeo», sino una lluvia de misiles representados por los descubrimientos de operaciones de cooperación con terroristas, narcos y lavado de dinero de algunos de los principales jerarcas civiles y militares. Ahora más fundamentados por miembros del régimen que se han convertido en colaboradores de los Estados Unidos y de algunos países europeos.
Y la otra gran verdad es que Maduro y su cúpula militar y civil sí saben que ese es el “bombardeo” que puede poner fin a su tiranía. Por eso no les importa exponer al país a la vergüenza por defender a los siete sancionados por Estados Unidos, responsables por crímenes y delitos de violación graves de los derechos humanos, del asalto al Tesoro Nacional y el lavado de dinero.
Si la comunidad internacional logra apresarlos a ellos y a los generales integrantes del Cartel de los Soles, y a su capo máximo Cabello, el mundo descubriría la magnitud de la corrupción criminal del régimen. Realidad que incluye a Maduro y familiares, y a la corrupta y delictiva cúpula militar y civil. Por eso no les dejaran viajar más fuera del pais.
Es evidente que lo anterior es más que suficiente para que Maduro y su pandilla estén aterrados. Con tan solo imaginar lo que está documentando el Capitán Leamsy Salazar ante fiscales de los Estados Unidos, debe haberle arruinado su “sueño de bebé” del que tanto se vanagloriaba. Y eso sí que son bombas.
Claro que Maduro ya amenazó al Presidente Obama, que con su fusilito en mano acabaría con el imperio norteamericano, con sus drones y sus misiles. Los Jefes de Estado de China y de Rusia están más que atentos a este desenlace.
«No soy vocero de la MUD»
No estoy, ni nunca estuve en la MUD ni menos aún soy su vocero como afirmó Maduro. MUD es una alianza de partidos políticos, enfocada especialmente en eventos electorales.
En mis declaraciones sobre las sanciones la he criticado, al igual que a otros dirigentes por asumir argumentos esencialmente similares a las del régimen al punto de coincidir en que las sanciones son “injerencistas” y que por lo tanto las rechazan.
Penosamente el drama radica en que el país no hay oposición, lo que hay son candidatos a la Asamblea Nacional.
Por cierto, hoy el expresidente de Chile, el socialista Ricardo Lagos, le recuerda a Maduro y de paso a la MUD lo mismo que vengo declarando yo: “Lo que ocurre es que cuando hay una cuestión de temas vinculados a los derechos humanos, aprendimos en tiempos de la dictadura que respecto a los derechos humanos no hay fronteras (…) y donde quiera que se violen alguien tiene que levantar la voz”.
DC | Diario Las Américas