Frustración, tristeza, decepción y rabia, lamentablemente son algunos de los sentimientos que se apoderan de muchas mujeres cada día al ser víctima de maltratos y abusos en el momento de dar a luz. Pese a lo importante que resulta ese momento para las madres, en algunos hospitales se cometen faltas éticas y morales contra las pacientes que convierten el parto en una verdadera pesadilla.
“No había agua tibia ni toallas limpias, así que me bañaron con agua helada y me secaron con una sábana. Después de algunos minutos, me di cuenta que la herida de mi cesárea sangraba demasiado: la habían cosido mal“, así relató Victoria su experiencia al tener su primer hijo en el Hospital San Borja en 2013, luego de 25 horas en trabajo de parto en el que las enfermeras no limpiaban el vómito de la mujer, pese a sus súplicas.
“Luego me encerraron una hora en el baño sola para que defecara -si no lo hacía, no me dejaban volver a casa- y mientras lloraba nadie me acompañó”, agregó la joven que en ese entonces tenía 23 años. Además del sufrimiento físico -por una herida abierta de al menos 3 centímetros-, los médicos diagnosticaron sordera a su pequeña hija, lo cual fue sólo una equivocación.
Este es sólo un caso de las miles de injusticias y maltratos que el servicio público comete contra las mujeres que no tienen más opción que atenderse en el hospital más cercano. Es por eso, que un colectivo llamado “Basta de Violencia Obstétrica” pretende alzar la voz y dar a conocer cada caso particular de abuso contra las madres que son descuidadas durante su parto.
Durante noviembre de 2014 la psicóloga Daniela Sanhueza, de 31 años, y Paola Pérez, fotógrafa independiente de 24 años, decidieron crear un proyecto que visibilizara la violencia obstétrica. Fue así como fundaron al año siguiente el colectivo para luchar por los derechos de las mujeres.
Lo anterior, surgió tras escuchar reiteradamente testimonios e historias de familiares, amigas y conocidas en torno a incomodidades, recuerdos dolorosos e incluso secuelas físicas de sus experiencias en el ámbito ginecológico, como visitas incómodas al médico ginecólogo o matrona, partos traumáticos y malos tratos totalmente gratuitos, contaron las mujeres. “Fuimos observando que esto se repetía en uno y otro caso, haciendo que nos preguntáramos ¿por qué estas manifestaciones de violencia se encontraban tan naturalizadas social y culturalmente?“.
En el marco del concepto de violencia obstétrica -entendido como “cualquier tipo de maltrato ejercido desde las instituciones y el personal de salud sobre el cuerpo y los procesos reproductivos de las mujeres, trayendo consigo pérdida de autonomía y capacidad de decidir libremente sobre sus cuerpos y sexualidad”,– el colectivo enumeró los distintos abusos que se consideran como maltrato.
– Trato deshumanizado hacia las mujeres en la atención de salud pública o privada.
– Abuso de medicación o negación de ésta cuando la paciente lo solicita o requiere.
– Cualquier tipo de regaño, burla, ironía, amenaza, insulto o juicio subjetivo que no tenga que ver con ayudar al paciente sino más bien con humillarla, coartarla y/o minimizarla.
– Limitar y manipular la información solicitada por la paciente; desde no aclarar los tipos de anticonceptivos existentes hasta su estado de salud, todo como expresión de un trato jerárquico que no permite a la mujer decidir libremente sobre su cuerpo.
– Insensibilidad al dolor o a las enfermedades femeninas por parte de los sistemas médicos.
– Omitir la atención oportuna y eficaz en las emergencias obstétricas.
– Obstaculizar el apego precoz sin que existan razones médicas urgentes y justificadas.
– Acelerar un parto de bajo riesgo sin una razón justificada o practicar una cesárea sin el consentimiento expreso de la mujer, existiendo los medios y condiciones para hacerlo de manera normal.
– Realizar interrupciones de embarazo e incluso esterilizaciones, ambas de manera forzada.
– Utilizar a la mujer como recurso didáctico sin antes aplicar el protocolo de consentimiento informado, entre otros.
– Realización de Intervenciones sin el consentimiento de la mujer o sus cercanos y que pudieran atentar contra su salud y/o derechos humanos.
Con sólo 20 años, Valentina Donoso fue al Hospital San José en Santiago, ubicado en Independecia, a dar a luz a su primer hijo en 2007. Pese a los cientos de intentos de pujar, la joven no podía parir por lo que el médico requirió de fórceps (tenazas obstétricas) para sacar al bebé.
Luego que el doctor se retiró, Valentina quedó a solas con la matrona de turno quien le dijo una serie de frases que la hirieron emocionalmente en ese momento. “No pudiste parir a tu hijo por ti misma, así que si quieres ser mamá de nuevo piénsalo” o “tu hijo no te hará caso porque no lo pudiste tener”, lo anterior sumado a un enfermero que durante la cambiaba de camilla le dijo “espero no verte acá el próximo año”.
Peor aún, cuando la joven madre solicitó ayuda para pararse, la enfermera le respondió “¿estás loca? yo no te voy a tomar en brazos”. Como si fuera poco, no dejaron a su pareja observar al bebé durante el parto, amenazándolo que si lo intentaba “lo echarían de la sala”.
Durante el proceso de pre-parto, los profesionales no explicaban nada a Valentina, ni siquiera le dirigían la palabra y además una decena de estudiantes tocaba su cuerpo sin su autorización. En ese momento fue cuando vio a otra mamá extranjera (al parecer, peruana) a quien la “trataban como perro”, según describió la joven.
Ahora, a sus 27 años espera su segundo hijo. “Me arrebataron el derecho de disfrutar mi primer parto. Estoy embarazada de una niñita ahora, tenemos 22 semanitas y ni locas iremos ahí de nuevo”, finalizó.
Otro tipo de maltrato, fue el que sufrió K.V. en el Hospital Claudio Vicuña en San Antonio en Valparaíso. “Estaba con la bolsa rota y dolores horribles, y las enfermeras sólo atinaron a acostarme en una camilla y a encerrarme con las luces apagadas mientras esperaba por una hora”, contó la mujer.
“Tuve que rogar por la anestesia”, confesó. En el momento del parte, K.V. fue atendida por una practicante, razón por la que expresó su temor de que “saliera algo mal”. Ni la matrona ni la estudiante le contestaron.
Luego la obstetra la revisó bruscamente sin explicarle nada sobre el procedimiento. Cualquier petición realizada por la mujer fue negada o ignorada por el personal. “Tenía miedo, estaba mareada y fatigada y la matrona sólo apagó las luces y me dejó sola para no escuchar mis quejas“.
El colectivo “Basta de Violencia Obstétrica” calificó estos casos como una violación a los Derechos Humanos, tal como en otros países, donde ya son sancionadas estas situaciones. “¿Por qué acá no?”, se preguntó el colectivo, agregando que “si bien Chile acepta los acuerdos internacionales en materia de violencia contra la mujer, no cuenta con leyes específicas ni se han creado hasta ahora mecanismos para garantizar la aplicación de dichos acuerdos en torno a la violencia obstétrica”.
“Así, difícilmente podemos esperar que se nos respete si no es una ‘obligación’” legal”, sentenció. “Por ello nuestra intención es alzar una voz de alerta, para que todas nos detengamos un momento a cuestionarnos si realmente debemos aceptar estas situaciones de maltrato, creemos en que hay que partir por despertar el deseo de hacernos respetar nosotras mismas para exigir nuestros derechos”, agregó el colectivo.
DC | Salud | Foto: Web