El asalto a una mujer y su bebé el jueves 14 de mayo en Lomas del Ávila provocó la ira de los vecinos, quienes cansados de la inseguridad, apalearon a los cuatro sujetos. Polisucre intervino y trasladó a los implicados a un centro médico. Luego fueron liberados sin abrir una investigación sobre el hecho
Todo lo que leerá a continuación está basado en los relatos de vecinos de Lomas del Ávila. Algunos de los residentes de esta urbanización en Palo Verde, en Caracas, fueron testigos, observaron, o incluso participaron en el linchamiento fallido de cuatro jóvenes el jueves 14 de mayo en la noche.
Los linchamientos se encienden como un chasquido. El de la noche del jueves 14 de mayo de 2015 en la urbanización Lomas del Ávila, en Palo Verde, se produjo cuando cuatro jóvenes atracaron a una mujer que caminaba con su hijo pequeño. El robo ocurrió entre las cinco y las seis de la tarde en las inmediaciones de la avenida principal y la calle 15 de este sector en el este de Caracas, según relatan los vecinos.
“La muchacha venía llorando. La gente se arrechó y comenzó a gritar y a sonar los silbatos. En un momentico, comenzaron a bajar de los edificios”, relata un vecino que habla desde el interior de un conjunto residencial. Ninguna de las personas que conversaron con Runrunes supo precisar cómo la multitud dio alcance a los delincuentes.
Tres de los atracadores fueron acorralados por una muchedumbre de “más de cien”, justo frente al parque La Julia, en la avenida principal, donde también tiene sede el Consejo Comunal. El lugar queda a pocos metros de la Casa Hogar Domingo Savio. El cuarto sujeto corrió por la avenida hacia abajo y fue capturado cerca de la calle 15, a unos 200 metros del primer grupo.
Desde las ventanas y balcones de los edificios los vecinos gritaban: ¡Agárrenlos! “La gente pedía que los mataran, que los apalearan”, dice una joven que asegura haber presenciado todo. Los golpes iban y venían. Al principio, los atracadores resistieron y devolvieron los puñetazos. Pero cuando se vieron superados en número, desistieron.
Lo que vino después es descrito por los vecinos como una “coñaza”, término usado para describir la paliza que recibieron los ladrones. Algunos se quitaron las correas, otros buscaron precintos de plástico. Un grupo los amarró de manos y pies. La gente buscó palos, bates, piedras. Hubo patadas, puñetazos, escupitajos, maldiciones.
Un residente local relata: “Al cuarto lo agarraron y lo amarraron ahí”, dice al apuntar con el dedo hacia un tubo, junto a una pared. Y luego agrega: “La gente no quería que llegara la policía. Una señora mayor pedía que buscaran gasolina”.
—¿Alguien intentó detener la golpiza o pidió que no los mataran?
—Sí, pero eran personas mayores, viejitas. Nadie le paró a eso. —responde otro joven de 26 años que esperaba una camioneta dentro de un edificio “para evitar atracos de motorizados”, aclara.
En la sede del Consejo Comunal nadie dice una palabra sobre el hecho. “Yo no sé nada. No sabemos dónde fue. Nadie puede declarar”, reiteran una mujer y dos sujetos que desayunan arepas. En la salida, al cruzar la cerca, se hallan tres grandes charcos de sangre y un reguero de objetos: dos zapatos —uno distinto de otro—, precintos de plásticos rotos, un cordón azul, pedazos de plástico, varios palos de madera ensangrentados, una hebilla rota, un casco de motorizado inservible, una estampita de San Onofre y las fotografías tamaño carné de una bebé y un anciano.
Un adolescente saca su teléfono y muestra varias fotografías. En una de ellas se ve un hombre amarrado de pies y manos, tirado boca abajo con el rostro en el polvo —inconsciente— casi muerto. En otra imagen aprecia una mano que sostiene un diente ensangrentado arrancado de raíz. “Hasta los motorizados se detuvieron para darles coñazos, se quitaron los cascos y los golpearon”, afirma.
Las fotografías y videos de los sospechosos bañados en sangre circularon casi de inmediato en Twitter. La noche del 14 de mayo, Lomas del Ávila fue una tendencia en la red social en Caracas. Algunos de los tuits publicados son elocuentes: “Es triste pero si todas las comunidades hacen eso, la delincuencia bajaría un poco más”; “Yo aplaudo a los vecinos que tomaron esta acción: la urbanización ES de los habitantes, no de los malandros”; “Linchados sin piedad. Total, tampoco tienen piedad cuando roban o asesinan”; “después de allí hay que contarle las manos”; “No apoyo la violencia pero mucho menos vivir azotado. Estoy orgulloso de los vecinos Lomas del Ávila”, fueron algunas de las reacciones.
Miedo, asaltos y balas
En Lomas del Ávila la gente vive con miedo. Cientos de motorizados suben y bajan libremente las calles de esta comunidad que a su vez tiene entradas a las barriadas de Filas de Mariches y al sector seis de José Félix Ribas, en Petare. La mayoría de los vecinos espera los autobuses del transporte público detrás de rejas, junto a las garitas de vigilancia de los edificios residenciales. El viernes por la mañana, una señora corrió a resguardarse cuando un reportero se le acercó para hacerle preguntas sobre el linchamiento del jueves por la noche.
“Todos los días roban, asaltan. Desde las cinco de la mañana vivimos con eso. La verdad estamos cansados”, confiesa la mujer, de unos 60 años. Otra joven que conversa junto a su novio en la puerta de un edificio refiere que la Junta de Vecinos está recogiendo firmas para cerrar varias calles y construir garitas. Un señor advierte: “Mosca con las motos”.
No es la primera vez que en Lomas del Ávila ocurre un hecho similar. En febrero de 2012 los vecinos se organizaron para “defender” un urbanismo en construcción de un grupo de invasores. Ante la arremetida de los vecinos, los extraños desalojaron el inmueble. Atemorizados, pedían a Richard Sandoval, dirigente vecinal, que “calmara a los vecinos”, según reseñó El Universal.
Sin justicia ni seguridad, habrá más episodios
“Están dadas todas las condiciones para que ocurran cosas como estas”, advierte Francisco Coello, sociólogo y profesor UCAB, entrevistado por la periodista María Alesia Sosa, reportera de este medio.
El experto asegura que la ineficacia de las políticas de seguridad, las altas tasas de criminalidad, fallas en sistema de administración de justicia y la impunidad sirven de abono para que se repitan estos sucesos.
“Trágicamente es muy sencillo: En Venezuela, en los últimos años, vivimos el desmontaje de las instituciones sociales. Eso abarca desde el papel del Presidente hasta los organismos de seguridad del Estado. Estamos en una situación de desesperación para la gente. Los niveles de violencia no son normales, no son hechos delictivos aislados. Además, el Estado no está operando, en todo caso, estorba. Cuando una persona sale de su casa, siente que su seguridad es asunto suyo y no responsabilidad del Estado”, afirma Coello.
A su juicio, es un problema de agotamiento de la sociedad ante soluciones y respuestas que no llegan. “La gente que participa en linchamiento no resiste más. Toda esta suma de despropósitos van desquiciando a la población. Se genera un nivel de furia que lleva a las personas a una situación de desesperación”.
Fuera de la ley
Aunque muchas veces vistos como instrumentos de “justicia” colectiva, los linchamientos son respuestas que transgreden y superan lo establecido en las leyes. En julio de 2012, los reclusos de un centro de detención en Carúpano lincharon al violador de una niña. El cuerpo fue descuartizado, repartido en bolsas y lanzado desde el interior del penal al exterior, donde una multitud gritaba y vitoreaba.
En una nota publicada en el diario Últimas Noticias (15-07-2012) a propósito de ese linchamiento, el antropólogo y docente de la Universidad Central de Venezuela, Rubén Peña, declaró: “Son fenómenos complejos, en los que los individuos actúan como en un efecto de cardumen. En ese momento las personas actúan con suma violencia. Es casi una sociedad paralela en la cual la violencia es aprobada por el grupo, aunque sea temporalmente”, explicó.
“Como la norma social no protege al colectivo, entonces el colectivo actúa para restituir esa garantía. Se castiga la monstruosidad con más monstruosidad. Y al menos para ellos, la conducta agresiva es aceptada sólo en ese espacio-tiempo. Se alteran por momentos las normas sociales, y después llega un mecanismo de regulación que permite que todo vuelva a la normalidad que restituya el orden”, afirmó Peña.
Antonio Carmona, psicólogo social, también estimó en 2012 que los linchamientos son la respuesta colectiva a la impunidad: “En los linchamientos la regla es castigar un crimen, generalmente bastante salvaje, y restituir el orden social que fue roto. Estos crímenes rompen con todas las normas y contratos sociales. Ocurren cuando la institución (o el Estado) que es la encargada de procesar el hecho, no brinda una respuesta lo suficientemente fuerte para suturar la ruptura. Es lo que da pie para que la gente tome la justicia por sus propias manos”.
Explicó que los individuos que participan en linchamientos no tienen el control sobre las decisiones que se toman en masa, al tiempo que advierte que entre ellos no se reprochan moralmente porque es el colectivo el que toma las decisiones.
“Las voluntades de los participantes son distintas a la voluntad de cada individuo. Si preguntas individualmente a la gente que participó, quizá algunos admitan que el castigo fue excesivo. Pero el linchamiento es un fenómeno de la masa. Es el grupo el que toma las decisiones distintas a la que tomarían los individuos de manera aislada y esta es también la explicación del por qué ocurren los genocidios. La moral opera de manera diferente cuando se somete a un dictamen de una mayoría como esa”, agregó Carmona.
Sin investigación, sin detenciones, más impunidad, más delito
Los cuatro jóvenes que fueron linchados en Lomas del Ávila fueron trasladados al Hospital Domingo Luciani en el Llanito. Runrunes intentó contactar a Manuel Furelos, director general de Polisucre. Ninguna llamada fue atendida. En conversación con la jefa de prensa de este cuerpo de seguridad, la periodista Altagracia Anzola, se conoció que los cuatro implicados fueron puestos en libertad.
—Buenos días, queríamos saber si tenías información sobre el caso de los jóvenes que lincharon anoche en Lomas del Ávila.
—Eso no fue así. No lincharon a nadie. Eso no fue así.
—¿Cómo fue?
—Unos sujetos iban a robarle una cartera a una señora. Unos vecinos, no sé si son vecinos, los agarraron y les cayeron a golpes.
—¿Sabes dónde están?
—No están muertos. Eso te lo puedo confirmar. Sólo tenían unos golpes.
—¿A dónde los llevaron?
—Al Luciani, y los dieron de alta y ya. Se fueron pal carrizo.
—¿Y no estuvieron detenidos?
—No. Porque la persona que iban a robar se perdió y si no hay delito cómo van a meterlos presos.
—¿Tiene que haber obligatoriamente una denuncia para que sean al menos detenidos?
—Si no tienes un denunciante cómo los vas a meter preso y por qué, a cuenta de qué.
—Pero se trata de unas personas que toda una comunidad intentó linchar… ¿No?
—Ajá y ¿los vas a meter presos por eso?
—¿Están al menos identificados?
—No las tengo a la mano y son menores de edad. Yo estoy almorzando. [Esto] no tiene sentido.
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