Iglesia de Venezuela se suma a los actos de beatificación de Monseñor Romero

La Iglesia de Venezuela se suma a la beatificación de Monseñor Oscar Arnulfo Romero, y este 23 de mayo, a partir de las once y treinta de la maána, simultánea a la celebración que se desarrollará en El Salvador, se cumplirá una eucaristía en la Iglesia Don Bosco de Altamira, la cual será presidida por el Cardenal Jorge Urosa Savino. La convocatoria fue hecha por el Arzobispado de Caracas, e indica que a la misma han sido invitados los miembros del consejo presbiteral, diáconos, religiosos y religiosas, y en general a los fieles de la arquidiócesis caraqueña.

Dada la importancia de esta ceremonia, no se descarta la presencia del Nuncio Apostólico de Su Santidad en Venezuela, Monseñor Aldo Giordano, de representantes del gobierno nacional y el cuerpo diplomático acreditado en el país. La Conferencia Episcopal Venezolana (CEV), a través de un comunicado difundido este jueves por la oficina de prensa, y con fecha del 15 de abril, se refiere a Monseñor Oscar Arnulfo Romero como un “ejemplo de santidad, caridad y compromiso pastoral” que “siempre han sido reconocidos por la Iglesia y la sociedad en América Latina”.

El mensaje ha sido firmado por el Cardenal Jorge Urosa Savino, arzobispo de Caracas y presidente honorario de la CEV, y los directivos: Monseñor Diego Padrón Sánchez, arzobispo de Cumaná y presidente del Episcopado; Monseñor José Luis Azuaje Ayala, obispo de Barinas y primer vicepresidente; Monseñor Mario Moronta, obispo de San Cristóbal y segundo vicepresidente; y el padre Víctor Hugo Basabe, secretario general. “Fue eminentemente un pastor y profeta, quien denunció las injusticias contra el pueblo pobre y terminó dando su vida por él como lo hizo Cristo por la humanidad”, dice el mensaje al pueblo de Dios con ocasión de la beatificación de Romero. Consideran los obispos que la estatura espiritual del nuevo Beato dela Iglesia no debe reducirse al nivel político.

“Queremos destacar lo auténticamente cristiano en él, para así motivar la imitación por parte de todos nosotros: hombre de pueblo, pastor de la Iglesia y testigo del Resucitado”. La CEV considera que “además de ser motivo de alegría para nuestros pueblos, es una bendición para la Iglesia en América Latina”. En tal sentido, la Iglesia católica de Venezuela, agradece “al Santo Padre Francisco por habernos concedido este hermoso regalo, con lo cual nos sentimos invitados a ser santos como el Señor lo es”. Indican que la beatificación es “una bella oportunidad para reafirmar la misión de la Iglesia: “Esta es la misión de la Iglesia: despertar, como lo estoy haciendo en este momento, el sentido espiritual de su vida, el valor divino de sus acciones humanas” (Homilía del 20.08.1978)”.

De tal manera que, en “nuestras comunidades, por medio de variadas acciones, celebraremos la Beatificación de Mons. Romero, destacando que es un modelo de vida cristiana para todos”, concluye la CEV.

A continuación el comunicado con el texto íntegro:

LOGO-CEV

Mensaje al pueblo de Dios con ocasión de la beatificación de Mons. Óscar Romero
1.- Con sentido de fraterna comunión, compartimos la alegría de la Iglesia en El Salvador, del pueblo salvadoreño y latinoamericano por el anuncio de la Beatificación del recordado y querido Mons. Oscar Arnulfo Romero, Arzobispo de San Salvador. Su ejemplo de santidad, caridad y compromiso pastoral siempre han sido reconocidos por la Iglesia y la sociedad en América Latina. Fue eminentemente un pastor y profeta, quien denunció las injusticias contra el pueblo pobre y terminó dando su vida por él como lo hizo Cristo por la humanidad. Su estatura espiritual no debe reducirse al nivel político. Queremos destacar lo auténticamente cristiano en él, para así motivar la imitación por parte de todos nosotros: hombre de pueblo, pastor de la Iglesia y testigo del Resucitado.
  1. Hombre de pueblo.
2.- Mons. Romero fue un hombre de pueblo. Como tal, supo vivir su fe y las consecuencias de su bautismo con sentido de pertenencia a su gente. Su sencillez y austeridad le permitieron tener los sentimientos de quienes componían la sociedad salvadoreña. En especial, su preocupación por los pobres le abrió las puertas a una aceptación por parte de quienes sentían la necesidad de un acompañamiento pastoral y a ser voz de los excluidos, perseguidos y menospreciados. Su vocación profética lo llevó a denunciar las injusticias los horrores de la dictadura y sus desmanes; no fue totalmente aceptada y generó incomprensiones, calumnias y amenazas que desembocaron en su martirio.
3.- La Iglesia reconoce su fe, vivida como miembro del pueblo de Dios. Pudo ganarse la confianza de su gente como lo expresó Él mismo: “me glorío de estar en medio de mi pueblo y sentir el cariño de toda esa gente que mira en la Iglesia, a través de su obispo, la esperanza” (Homilía del 25.9.1977) El ejemplo de Mons. Romero nos impulsa a poner en práctica la enseñanza del Papa Francisco: “La Palabra de Dios también nos invita a reconocer que somos pueblos: “Ustedes, que en otro tiempo no eran pueblo, ahora son pueblo de Dios” (1Pe 2,10). Para ser evangelizadores de alma también hace falta desarrollar el gusto espiritual de estar cerca de la vida de fe de la gente, hasta el punto de descubrir que eso es fuente de un gozo superior. La misión es una pasión por Jesús, al mismo tiempo, una pasión por su pueblo” (E.G. 268). En este sentido, Mons. Romero es un ejemplo bien claro a imitar.
  1. Pastor de la Iglesia.
4. – La fe la vivió también como pastor de la Iglesia. Sacerdote a carta cabal y de gran celo apostólico, en todo momento se caracterizó por ser un pastor bueno. Su gente sabía que su entrega era la garantía de su servicio como Obispo. Su amor de pastor, al igual que lo hizo Jesús, lo llevó a ser solidario con todos. Él  mismo afirma: “Lo que importa son ustedes, las personas, los corazones, la gracia de Dios dándoles la verdad y la vida de Dios” (Homilía del 19.12.1977). Sin abandonar nunca su preocupación por la justicia y la defensa de su pueblo, fue un pastor que guio con mano certera a la Iglesia por las sendas de la evangelización. Mons. Romero lo resaltó cuando dijo: “Si nuestra arquidiócesis se ha convertido en una diócesis conflictiva, no les quepa duda, es por su deseo de fidelidad a esta evangelización nueva, que del Concilio Vaticano II para acá y en las reuniones de obispos latinoamericanos, están exigiendo que tiene que ser una evangelización muy comprometida, sin miedo” (Homilía del 22.4.1979).
5.- Su amor por la Iglesia nos ayuda a imitarlo en el compromiso evangelizador el cual exige el acompañamiento del pueblo de Dios. Así nos lo sugiere hoy el Papa Francisco: “En una civilización paradójicamente herida de anonimato y, a la vez obsesionada por los detalles de la vida de los demás, impudorosamente enferma de curiosidad malsana, la Iglesia necesita la mirada cercana para contemplar, conmoverse y detenerse ante el otro cuantas veces sea necesario. En este mundo los ministros ordenados y los demás agentes pastorales pueden hacer presente la fragancia de la presencia cercana de Jesús y su mirada personal” (E.G. 169). Con su testimonio de pastor de la Iglesia, Mons. Romero nos alienta a seguir asumiendo los desafíos de la Nueva Evangelización.
  1. Testigo del Resucitado.
6.- Por otra parte, su estrecha comunión con Cristo fue lo que guió su vida y su ministerio. La dimensión pascual iluminó su existencia y quehacer pastoral. Hombre de oración con un profundo amor eucarístico y devoción mariana; Mons. Romero debe ser considerado como testigo del Resucitado. No sintió reparo ante las dificultades ni siquiera ante las amenazas de muerte. Estas fueron asumidas dentro del marco de una identificación con el Señor Jesús. Para ello se nutrió con una espiritualidad auténticamente evangélica. Esto lo llevó a afirmar “queremos ser la Iglesia que lleva el Evangelio auténtico, valiente, de nuestro Señor Jesucristo, aun cuando fuera necesario morir como Él, en una cruz” (Homilía del 27.11.1977).
7.- El martirio de Mons. Romero es expresión de la Pascua del Señor Jesús. Hoy, cuando numerosísimos cristianos en el mundo están siendo perseguidos y martirizados, hemos de tomar conciencia de la urgente solidaridad con todos ellos. Esta no debe limitarse a expresiones emotivas ni a fórmulas protocolares. Ante todo debe traducirse en un compromiso de testimonio convincente. Motivados por la entrega de estos nuevos mártires y de Mons. Romero podremos, ciertamente, pensar que la fuerza del Resucitado sigue siendo determinante y creadora de la novedad del reino: “Su resurrección no es algo del pasado; entraña una fuerza de vida que ha penetrado el mundo. Donde parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer los brotes de la resurrección” (E.G. 276)
8.- La Beatificación de Mons. Oscar Romero, además de ser motivo de alegría para nuestros pueblos, es una bendición para la Iglesia en América Latina. Damos gracias al Santo Padre Francisco por habernos concedido este hermoso regalo, con lo cual nos sentimos invitados a ser santos como el Señor lo es (cf. Lev  19,2). Es una bella oportunidad para reafirmar la misión de la Iglesia: “Esta es la misión de la Iglesia: despertar, como lo estoy haciendo en este momento, el sentido espiritual de su vida, el valor divino de sus acciones humanas” (Homilía del 20.08.1978) En nuestras comunidades, por medio de variadas acciones, celebraremos la Beatificación de Mons. Romero, destacando que es un modelo de vida cristiana para todos.
Al hermano pueblo de El Salvador vaya la seguridad de nuestro aprecio y solidaridad en la fe y en la esperanza y la reafirmación de nuestra comunión en la caridad. Que Cristo, el Salvador, por intercesión de su amorosa Madre, nos conceda la fuerza de su Espíritu para seguir caminado por las sendas de la santidad.
Con nuestra Bendición.

Fuente: DC|ReporteCatólico

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