El presidente habló poco. Dijo que había calor. La gran expectativa que generó para este viernes primero de mayo se fue diluyendo con el pasar de los minutos. Dedicó más tiempo para reclamar a la clase obrera que para ayudarlos a surfear la sofocante inflación sostenida. No hubo revolcón, no firmó contrataciones colectivas, no expropió Polar, no aumentó ni un tercio de lo que pedían en las pancartas.
Duró más tiempo en la marcha de los trabajadores en La Habana que en la de Caracas. Aplazó la “difícil” decisión con la que mantuvo a país en vilo todos estos días. Se limitó a pedir comprensión porque, según él, no hay la suficiente madurez en la clase obrera para tomar el control de las empresas.
Su discurso se concentró en lo tradicional: Un aumento de 30 por ciento, en dos tantas: mayo (20%) y julio (10%) con lo que el salario base de un trabajador venezolano asciende a 7.324,75 bolívares, es decir; 26 dólares al mes contra una inflación de más de 50% acumulada en lo que va de año. El ajuste incluye a los militares, a quienes hace seis meses había aumentado 40%.
Nomás anunció el incremento, y los más cercanos a la tarima comenzaron a pitar, a lo que Maduro, evidentemente ofuscado respondió: “Personalistas, parcelados, egoístas!”, y recordó que, a su juicio, faltaba madurar mucho en la clase obrera para tomar el control y declarar la victoria económica.
“No hay suficiente conciencia. No estamos a la altura de la circunstancia”, repetía Maduro. Tal vez se refería al gran sacrificio indio que se esperaba: La expropiación de Empresas Polar. Aunque habló de pelucones, de oligarcas, de apátridas que irritaban al pueblo, que subestiman al pueblo, no se atrevió, y muchos respiraron profundo.
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DC | NTN24