Encajado en un asiento dentro de la minúscula cabina monoplaza del avión Solar Impulse, el piloto suizo André Borschberg deberá soportar condiciones extremas mientras cruza el océano Pacífico en una misión de cinco días y cinco noches avanzando con la luz del Sol como único combustible.
Cada día, Borschberg volará a 8.500 metros, una altura similar a la cima más alta del planeta, con temperaturas que oscilarán alrededor de los 55° centígrados en la cabina de este avión solar, despresurizado y sin calefacción.
En el vuelo desde Nankín, en China, hasta Hawai, a lo largo de 8.500 kilómetros, el experimentado aviador solo podrá descansar haciendo breves siestas (su asiento se reclina como una cama), ya que el piloto automático debe ser comprobado con bastante frecuencia.
Poco antes de partir, Borschberg se preguntaba cómo sería capaz de «vivir cinco días en ese diminuto espacio, ‘escalando’ el Everest cada día, teniendo invierno y verano cada día por el cambio de temperatura», y no pudiendo descansar más que 20 minutos seguidos. «Es una gran oportunidad para descubrirme a mí mismo», aseguró.
Borschberg, que aceptó este desafío a los 62 años, aseguró que no usará cafeína como combustible personal: «Estoy convencido de que el café ayuda durante unas pocas horas, pero es negativo a largo plazo», explicaba a la AFP a principios de mes.
Este viaje, que espera para arrancar a que las condiciones atmosféricas sean propicias, es el tramo más largo y complejo de una expedición de 12 etapas para completar una vuelta al mundo en un avión, por primera vez impulsado exclusivamente con energía solar. Si fracasa, implicaría una caída en pleno océano a centenares de kilómetros de cualquier equipo de ayuda, ya que ningún barco puede seguir al avión lo suficientemente rápido, incluso si la velocidad máxima del Solar Impulse (140 kilómetros por hora) es mucho más lenta que la de cualquier aparato convencional.
Pese a ello, Borschberg se niega a pensar en la posibilidad de morir en el intento. «No lo veo tan arriesgado, en el sentido de que hemos trabajado durante mucho tiempo en todas esas cuestiones», afirmó. «En el peor de los casos, tenemos un paracaídas, tenemos una balsa salvavidas y sabemos cómo usarla. Por supuesto, esperamos no necesitar hacerlo».
Condiciones meteorológicas, el mayor desafío
Las alas del Solar Impulse, más largas que las de un Boeing 747, están cubiertas con células solares que generan electricidad para impulsar al avión y tienen baterías de litio para que sus cuatro motores puedan funcionar durante la noche.
Antes de la etapa en el Pacífico, el personal de mantenimiento quitó las dos ruedas laterales y los frenos de las hélices para hacer todavía más ligero este avión, que sólo pesa 2,3 toneladas (el peso de un vehículo utilitario grande).
Bertrand Piccard, que pilotó el Solar Impulse en otras etapas del viaje, dijo que las condiciones meteorológicas son el mayor desafío para el viaje sobre el Pacífico. «Si empieza el mal tiempo, quizá no tenga suficiente energía para la noche», explicó a la AFP por videoconferencia.
«Por supuesto, el otro gran desafío para el piloto es el tiempo restante. Si el piloto automático falla o hay muchas turbulencias, será extremadamente difícil», advirtió Piccard.
Borschberg, un empresario con 23 años de experiencia como piloto en la reserva de la aviación suiza y con formación en ingeniería, respirará con una máscara de oxígeno, se alimentará con comida precocinada y podrá utilizar la poceta, incorporado a su asiento, sin tener que levantarse.
Para combatir el estrés físico, el piloto se ha estado preparando con un instructor de yoga. «Le estoy enseñando a respirar, meditación y ejercicios de yoga. Estamos trabajando en todo el cuerpo, en la mente y en el espíritu», afirmó Sanjeev Bhanot. Tan solo hay un elemento que no está contemplado en toda la preparación previa, la suerte. «También la necesitamos», recordó Piccard.
DC | AFP