Visiblemente emocionado, y muy feliz, estuvo ayer Gabriel Montaño, creador de la Travesía por la Paz, debido a que, por primera vez, las generaciones que ha formado a lo largo de los 20 años que tiene esta tradición, asumieron el protagonismo.
Montaño realmente fue uno más en el grupo, pero también el más contento de todos.
El grupo de 32 chamos y adolescentes, con edades de entre 5 años y 17 años, se lanzó «a nado limpio», desde el balneario de Bahía Marina, a la altura de La Zorra, hasta el muelle pesquero de Arrecife, en Catia La Mar.
El recorrido, a brazadas, fue de 7 kilómetros, pero con relevos. Los chamos nadaban escoltados por lanchas y hacían el esfuerzo hasta donde podían. Cuando se cansaban eran relevados por sus compañeros.
Al llegar a Arrecife, hicieron una breve pausa para recibir los aplausos del público asistente, y para echar a volar dos palomas, en un claro gesto del principal objetivo que tiene este maratón: apoyar la paz.
Desde ese mismo punto, los maratonistas, de todas las edades, custodiados por unidades policiales y de los bomberos, iniciaron el trote hasta el terminal de transporte de Catia La Mar.
De retorno transitaron ocho kilómetros más, donde los principales protagonistas fueron, una vez más, los niños.
Continuidad
«Hemos cumplido una vez más con esta tradición, que se ha convertido en un ícono en el estado Vargas. Pero ya son los niños los protagonistas. Son los que marcan la pauta, y lo único que hice fue guiarlos», manifestó Montaño, con los ojos humedecidos por lagrimas.
Destacó el valor demostrado en aguas abiertas por sus nadadores, quienes, al final, demostraron signos de estrés por el rigor de la prueba. Nadaron con la corriente en contra, pero con el viento a favor.
«Estaban asustados, pero cada uno aportó su parte. No quiero que la travesía muera, quiero que se mantenga para el mundo y especialmente para Venezuela», exclamó.
Fuente: DC| ÚN