Tratando de desviar la atención pública del récord mundial de inflación de Venezuela, la aguda escasez de alimentos y otros problemas económicos auto-infligidos que podrían llevar a una victoria de la oposición en las elecciones legislativas del 6 de diciembre, el presidente venezolano Nicolás Maduro está desempolvando de su arsenal un truco clásico de los demagogos en apuros: reactivar una vieja disputa territorial para agitar las pasiones nacionalistas.
Parece un recurso demasiado burdo. Pero Maduro, cuya popularidad ha caído un 20 por ciento, parece haber llegado a la conclusión de que la resurrección de viejos conflictos fronterizos con la vecina Guyana y— aún más importante — Colombia, va a cambiar el tema de conversación en Venezuela a algo que no sea la escasez de carne, leche y café, o la tasa de inflación, que según un nuevo informe de Bank of America llegará a un 172 por ciento este año.
Las excusas políticas anteriores de Maduro de que el desastre económico de Venezuela se debe a una supuesta “guerra económica” de la oligarquía y Estados Unidos, ya no están funcionando.
Después de 15 años en el poder, en los cuales la mayor parte del sector privado de Venezuela ha sido diezmado y una casta de seudo revolucionarios corruptos se ha enriquecido a más no poder, al gobierno chavista se le está haciendo cada vez más difícil culpar a terceros por el desastre nacional. De ahí que su nueva estrategia sea cambiar la agenda nacional.
A principios de esta semana, Maduro anunció que convocará a una “unión cívico-militar” para enfrentar una “maniobra internacional de la derecha para provocar a Venezuela con problemas limítrofes”. La supuesta “maniobra” ha sido dirigida por Exxon Mobil y Guyana, que anunciaron un significativo hallazgo de petróleo en aguas del Caribe que están en disputa, aseveró Maduro.
El 26 de mayo, poco después del anuncio de Exxon Mobil, Maduro emitió un decreto reclamando las aguas del Caribe donde se produjo el hallazgo petrolero. Pero el decreto de Maduro fue más allá: creó cuatro “zonas operativas de defensa” de la soberanía venezolana en el área, incluyendo una zona en disputa entre Venezuela y Colombia.
Eso, a su vez, dio lugar a una protesta formal por parte de Colombia, cuyo presidente Juan Manuel Santos dijo que el decreto de Maduro equivale a una violación de los derechos de Colombia, y exigió que Venezuela lo “rectifique” inmediatamente.
Muchos estrategas políticos especulan que Santos, al igual que Maduro, puede beneficiarse políticamente de una escalada de tensiones fronterizas con Venezuela. En octubre, tendrán lugar en Colombia elecciones para gobernadores y alcaldes, señalan.
“Santos está políticamente débil, y podría beneficiarse jugando la carta nacionalista”, dice Mauricio de Vengochea, un consultor político y encuestador que asesora a políticos en Colombia y Venezuela. “No podemos olvidar que hay un gran sentimiento antiMaduro en Colombia”.
Además, Santos ya no necesita a Venezuela tanto como en el pasado para llegar a un acuerdo de paz con la guerrilla de las FARC de Colombia. Maduro no tiene tanta influencia sobre las FARC como la que tenía el fallecido presidente Hugo Chávez, lo cual permite a Santos tomar distancia de Venezuela sin poner en riesgo sus negociaciones de paz con las FARC.
Un conflicto fronterizo preelectoral entre Venezuela y Colombia en los próximos meses, probablemente iniciado por Venezuela, no es improbable, me dicen fuentes políticas de ambos países.
Hace menos de 30 años, el 9 de agosto de 1987, Venezuela y Colombia casi se van a la guerra cuando la fragata venezolana Libertad enfrentó a un buque de la armada de Colombia sobre las aguas disputadas entre ambos países. El nuevo decreto de Maduro que incluye las aguas disputadas bajo las “zonas operativas de defensa” de Venezuela, equivale a una provocación similar, dicen muchos colombianos.
Mi opinión: La estrategia electoral de Maduro para ganar las elecciones legislativas del 6 de diciembre — además de un proceso tramposo en el que monopolizará el tiempo de televisión, mantendrá a los líderes opositores en la cárcel, y no permitirá observadores internacionales de la Unión Europea y la Organización de los Estados Americanos — será aumentar las tensiones fronterizas con Guyana y Colombia.
Los países latinoamericanos no deberían permitir que se derrame una sola gota de sangre en estos viejos conflictos fronterizos que están siendo resucitados artificialmente. Cuando la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, visite Washington la próxima semana, el presidente Barack Obama debería señalarle el peligro de una guerra fronteriza como uno de sus argumentos para convencerla de aumentar la presión sobre Maduro para que deje de comportarse como un dictador tropical del siglo XIX.
Inflar un conflicto fronterizo latente para agitar las pasiones nacionalistas es el truco más viejo del manual de los demagogos. Pero ha funcionado antes, y Maduro lo está usando ahora como último recurso para tratar de mantener sus poderes absolutos.
Fuente: DC| ENH