El régimen demoledor que azota a Venezuela desde hace ya 16 años -camino a los 17 que no cumplirá- ha incrementado su acción destructora bajo la égida del diosdadomadurismo. Han pulverizado la memoria de Bolívar -su palabra, su ejemplo y sus luchas por la libertad- y han arruinado el bolívar, el que un día llamaron “fuerte”, en tiempos de fantasía de petrodólares abundantes y erosión de las reservas ya vueltas leña. Hoy nuestro signo monetario está más devaluado que la palabra de Nicolás.
A Bolívar lo han pateado como les ha dado la gana. Todo comenzó con el uso y abuso del nombre del Libertador de Patrias. Bajo su nombre se amparó el atropello; con el calificativo de bolivariano se cubrieron desafueros, errores y abusos que hoy pagamos.
El abuso del nombre de Bolívar de parte de la revolución destructora es tan grande, como el que los “hermanitos” Castro han implantado en Cuba, en relación a su Libertador José Martí. Ellos han sostenido hasta la saciedad en ya casi 60 años, que ser martiniano es igual que ser fidelista o comunista, en todo caso seguidor de un régimen ya seco y marchito, que sigue subyugando a su pueblo por falta de oposición, como podría ocurrirnos sino fuésemos capaces -como estoy seguro lo somos, aunque a veces lo dudemos- de sacudirnos esta pesadilla antes de que cumpla los 17 años. Por cierto, fueron 17 los años en que Pinochet abusó dictatorialmente del pueblo chileno, si bien a diferencia de los pulverizadores de acá, Chile tuvo un crecimiento económico muy importante en ese tiempo, no obstante que no se compadecía con el desarrollo social y la situación política. Aquí, por el contrario, todo va de cabeza, lo económico, lo social, lo político, lo imaginable y lo inimaginable.
Nuestro signo monetario es una vergüenza, solo comparable con el peso cubano, son las únicas dos monedas no negociables en América, que solo circulan en sus respectivos países. Nadie, fuera de las fronteras, quiere un bolívar ni pa’ remedio, no vale pa’ nada. Nuestro billete de más baja denominación, el de Bs. 2, ya prácticamente no circula, y el de Bs. 5 solo sirve para echar gasolina, ya que esta se vende a precio vil, por razones harto conocidas.
La inflación se tragó el bolívar; los bienes y servicios están dolarizados, pagamos a precio de dólares comprados en mercado negro, pero nuestros ingresos (salarios o pensiones) siguen siendo en bolívares, es decir, se compensa con miseria nuestro esfuerzo, con una moneda que no alcanza ni para cubrir la cesta básica de quienes obtienen más bajos ingresos, lo que traducido significa que quienes menos ganan son los más golpeados por los pulverizadores del bolívar, por los destructores de nuestra economía y de la calidad de vida del venezolano.
Se pulveriza a Bolívar cuando solo se evoca su nombre por demagogia, irrespetando constantemente su pensamiento y palabra, haciendo mofa de las mismas. Bolívar dijo, “El amor a la patria es primero”, los enchufados manifiestan que el amor a la plata es primero; El Libertador expresó, “La justicia justifica la audacia de haberla emprendido”, para los corruptos del cogollo la audacia es haber emprendido contra la justicia; el Padre de Patria expresó, “Un soldado feliz es el defensor de la libertad”, para la cúpula militar podrida un oficial feliz es quien quita la libertad a los disidentes.
El objetivo y el camino están claros. El objetivo es cambio ya, el camino es la unidad activa y envolvente, amplia y contagiosa de la alternativa democrática. Es imperativo y urgente reivindicar a Bolívar y restaurar el valor del bolívar en una economía sana y de desarrollo social.
DC / Paciano Padrón / pacianopadron@gmail.com / @padronpaciano