Luce evidente la distancia entre el Cuartel San Carlos y La Tumba, como recintos para la reclusión política. En décadas pasadas, aquél acogió a sendos y experimentados procesados militares y ordinarios, dada la importancia de los hechos imputados, siendo numerosos y espontáneos los testimonios gráficos de la prisión, mientras que sobre ésta, pesa un amargo silencio oficial respecto a la propia situación humana de los jóvenes que intentaron reivindicar la legítima y pacífica protesta en los tiempos que corren.
En nuestras modestas intervenciones en las plenarias de la Asamblea Nacional (07/04 y 05/05/15), enfatizamos la distinción al denunciar el injusto encarcelamiento de los muchachos, habida cuenta del eficaz mito que inspira al oficialismo en torno al viejo establecimiento militar, dizque resumen del peor período represivo en nuestro historial republicano. Además, tuvimos ocasión de visitarlo (http://analitica.com/opinion/opinion-nacional/de-una-visita-al-cuartel-san-carlos/), y, al integrar la Comisión Permanente de Cultura, hacer el debido seguimiento – por estos años – a un inmueble de alto valor patrimonial, por lo que no nos sorprendió la discusión del reciente acuerdo alusivo a la desaparición física de Máximo Canales, aunque así lo pretendieron al colocarlo sin previo aviso en el Orden del Día.
En un extraordinario trabajo histórico, Carmen Brunilde Liendo (“El Cuartel San Carlos y el ejército de Caracas 1771-1884”, Caracas, 2001), llama la atención sobre el centripetismo capitalino, la significación militar y destino de la edificación que refleja las distintas etapas vividas por el país, sumadas las de una prolongada ruindad y recuperación. Muy a principios de los sesenta del siglo XX, fue sede del Batallón de Ingenieros “Francisco Avendaño” hasta que se decidió como lugar de detención, con el traslado de Jesús María Castro León y otras personas provenientes del Castillo Libertador, añadiendo a los activistas de la insurrección marxista de acuerdo a las reseñas periodísticas de entonces que avisan de una curiosa coexistencia ideológica de los aprehendidos.
Contrariando el mito, por ejemplo, Dámaso Rojas (Élite, Caracas, nr. 2077 del 17/07/1965) y Jesús Sanoja Hernández (Economía Hoy, Caracas, 07/2000), quien lo vio como un “vasto depósito del pensamiento revolucionario o subversivo”, señalan la ocasión que les dio a los reclusos para el estudio y la reflexión, activándose recreativamente. Sanoja Hernández reconoce que “las celdas se convirtieron en oficinas de correos”, trastocado el intenso debate en artículos publicados en diarios públicos y clandestinos, libros, ensayos y poemarios.
Américo Martín (“Memorias II 1960-1970”, Caracas, 2013), retrata su estancia en el cuartel, permitiéndose escribir, recibir la debida atención médica, al igual que la visita personal y regular de familiares y relacionados, con el libre interés de la opinión pública. No obstante, nada parecido ocurre en el siglo XXI, abandonado a su suerte el San Carlos y remitidos los inconformes a La Tumba, El Helicoide y otros establecimientos a los que se les niega el natural centripetismo político, gracias a las retaliaciones, la censura y el bloqueo informativo.
Variadas son las vicisitudes padecidas por los jóvenes presidiarios de la radical intolerancia oficial que clama a los cielos por antiguos carcelazos. A mediados de marzo del presente año, defensores de derechos humanos, familiares y relacionados, se dieron cita en la Universidad Central de Venezuela para ofrecer el directo y dramático testimonio de los problemas de naturaleza médica, farmacéutica, económica que, entre otros, sufren los muchachos constantemente amenazados con la transferencia a un centro penitenciario para delincuentes comunes, sumergidos en la tortura – por lo menos – psicológica que no admite la más inocente fotografía.
La madre que surca la carretera nocturna en el bamboleante autobús, con la esperanza de ver por escasos minutos a su hijo, le indignará que haya parlamentarios que evadan temerosos su caso y, faltando poco, dejando constancia de su ciega adhesión, rasguen sus vestiduras porque el Cuartel San Carlos sintetizó todo lo peor. Algún día descubriremos toda la tragedia que cursa, de la que poco sabemos y mucho intuimos cuando no es posible que un diputado de oposición pueda siquiera visitar a los valientes muchachos.
DC / Luis Barragán / Diputado AN / @LuisBarraganJ
– Ilustración de John Moore para un texto de Jesús Sanoja Hernández. El Nacional, Caracas, 15/08/1982. Papel Literario.
– Ilustrador no identificado para un texto de Jesús Sanoja Hernández. Economía Hoy, Caracas, 07/2000.
– Fotografías para un reportaje de Dámaso Rojas.Élite, Caracas, nr. 2077 del 17/07/1965.
– Encuentro UCV (Caracas, 25/03/2015).