Recientemente leía sendas entrevistas realizadas a profesores de la Universidad de Harvard: Ken Rogoff economista y ex-economista jefe del Fondo Monetario Internacional, y James Robinson politólogo – economista y autor del libro titulado: Por qué fracasan los países (Deusto) libro que firma junto a Daron Acemoglu profesor de economía en el Massachusetts Institute of Technology (MIT).
Rogoff, diserta sobre el sostenimiento y futuro del capitalismo, y me hizo reflexionar sobre las demandas ciudadanas, donde se le exigen a los gobiernos: trabajo, mejores salarios, viviendas, servicios de salud, seguridad social y otros derechos que requiere cualquier ciudadano universal para vivir dignamente. El autor considera que el capitalismo europeo continental, aunque pareciera tener grandes beneficios para sus coterráneos presenta graves problemas de sostenibilidad. Desde otra latitud, aborda el capitalismo darwiniano de China, caracterizado por su feroz competencia entre las empresas exportadoras, una débil red social de seguridad, y la intervención gubernamental generalizada, siendo reconocido como el heredero inevitable del capitalismo occidental. Sin embargo considera, que el sistema económico de China está en continua evolución.
Para Rogoff, el capitalismo tuvo una carrera extraordinaria desde el inicio de la Revolución Industrial hace dos siglos, sacando a miles de millones de personas comunes provenientes de la pobreza extrema derivada del socialismo, a través de la industrialización y la tecnología, pero las numerosas fallas del capitalismo contemporáneo puede generar problemas mayores. En primer lugar, plantea que las economías capitalistas líderes no han logrado atender el problema de la contaminación del aire y el agua, generando una grave situación y parálisis con el tema del cambio climático, asunto que pasará factura en gran escala a las generaciones futuras.
En segundo lugar, considera que junto con una gran riqueza, el capitalismo ha producido descomunales niveles de desigualdad, por lo que son pocos los países que se benefician de ella, logrando que pequeños grupos e individuos tengan más poder e influencia política.
Un tercer problema, lo sitúa en el suministro y la distribución de la atención médica, presentándose altos costos del sector salud y poca capacidad económica para atenderla, generando diferencias inaceptables en el acceso a la atención medica. “Es irónico que las sociedades capitalistas modernas participan en campañas públicas para instar a las personas a estar más atentos a su salud, mientras promocionan un ecosistema económico que seduce a muchos consumidores en una dieta muy poco saludable”.
En cuarto lugar, cree que los sistemas capitalistas de hoy no pueden subestimar el bienestar de las generaciones futuras, ya que aunque se presenta más tecnologías, también se heredan crisis financieras, hipotecando el futuro y la educación de las nuevas generaciones. Concluyendo que ninguno de los problemas del capitalismo deben ser insuperables, sin embargo, la contaminación, la inestabilidad financiera, los problemas de salud, y la desigualdad continúan creciendo, y los sistemas políticos siguen paralizados, por lo que el futuro del capitalismo no parece tan seguro en unas pocas décadas, ya que actualmente está muriendo.
Desde otra perspectiva, Robinson, considera que el capitalismo tiene crisis recurrentes, ya que el mismo es inestable y las crisis son periódicas; sin embargo resalta la importancia de la inclusión social para garantizar la permanencia de este sistema, llegando a la conclusión que aquellos países que gozan de instituciones políticas inclusivas, que hacen participe al ciudadano de las decisiones tienen más opciones de progresar, “cuando el poder es repartido, cuando todos los ciudadanos son tratados con justicia, cuando hay pluralismo y Estado de derecho, se generan círculos virtuosos que conducen a un mayor desarrollo”.
Plantea que muchos sistemas democráticos son disfuncionales y requieren una amplia distribución del poder político, afirmando que los países que consiguen éxito económico son los que tienen instituciones económicas inclusivas, instituciones que crean incentivos y oportunidades para la mayoría y todo es una cuestión política, “el proceso político, es el que crea la estructura económica de las sociedades”.
Finalmente, Robinson, afirma que habrá una reacción violenta contra la desigualdad desde la democracia y la inclusión política “las cosas tendrán que cambiar los mecanismos de gobierno, de las empresas, las instituciones del mercado de trabajo, los impuestos, ya que tanta desigualdad es corrosiva para la sociedad”.
DC / Alfonso Hernández Ortíz / Politólogo- Abogado / dialogopublico@gmail.com / @AlfonsoZulia