El incremento en la migración de venezolanos al sur de la Florida se está viendo reflejado en las inscripciones de nuevos estudiantes provenientes del país sudamericano en el sistema escolar de Miami Dade.
En el período escolar 2014-2015, el número de niños venezolanos saltó a 1,762 desde niveles que fluctuaron entre 640 a 850 por año en los cuatro períodos anteriores.
Ese brusco aumento se dio poco después del inicio de las manifestaciones estudiantiles del primer trimestre del año pasado, cuya represión por parte del régimen de Nicolás Maduro dejó un saldo de al menos 43 muertos, cientos de heridos y miles de detenidos.
“Nuestra comunidad es sede de muchas familias venezolanas que han huido de la represión política y la falta de derechos humanos de Maduro”, dijo la congresista republicana de Miami, Ileana Ros-Lehtinen. “Debido a la opresión en Venezuela es fácil entender por qué tantos han huido y buscado libertad en nuestra gran nación.”
Patricia Andrade, de Venezuela Awareness, una organización comunitaria que ayuda a los perseguidos políticos recién llegados, dijo que los volúmenes de inmigrantes actualmente están en aumento producto también de la aguda crisis social y económica en el país sudamericano.
Pero, según la activista, existe una gran diferencia entre quienes tienen tiempo de prepararse para emigrar, y los perseguidos políticos.
“Hay quienes vienen solamente con un bolso de mano”, dijo Andrade. “La mayoría de los venezolanos que han salido en el éxodo del 2014 llegan casi sin nada.”
Una vez que llegan a Estados Unidos, los perseguidos políticos pueden solicitar asilo, pero para obtener permiso de trabajo deben esperar 150 días después de presentar su caso. El problema es que mientras se tramita su aplicación “tienen que ver cómo sobreviven”, dijo Andrade.
Algunas familias recurren a las iglesias católicas, donde sociedades como San Vicente de Paul les proveen alimentos. En la iglesia Mother of Christ, a la que asiste Andrade, cada dos semanas les reparten comida a 400 o 500 familias. Algunas iglesias también les ayudan a tramitar el asilo político a bajo costo.
A través de Venezuela Awareness, Andrade les ha conseguido a las familias muebles, bicicletas, hornos. También les ayuda a obtener asesoría migratoria para evitar que sean víctimas de fraude, y está trabajando para conseguirles terapias psicológicas a los que vienen con problemas emocionales. Sin embargo, lo más difícil de obtener para las familias de asilados políticos es un lugar donde vivir.
Tal es el caso de César Omar Rangel, de 33 años, quien fue herido por guardias nacionales y perdió un ojo y un brazo a consecuencia de sus heridas. Rangel, su esposa Yecsy Sayago, de 30, y sus dos hijos, de 10 y 4 años, llegaron a Estados Unidos en noviembre con $200, se instalaron en Naples en casa de un tío y solicitaron asilo político. Pero la familia no sabe qué rumbo tomarán sus vidas.
Aunque Sayago reconoce que al menos su familia está a salvo, dice que “están fritos sin papeles y sin carro.” Sayago espera ansiosamente que llegue el 27 de julio, cuando se cumplen los 150 días reglamentarios para solicitar el permiso de trabajo, y aunque ha buscado ayuda del gobierno, sin un número de seguro social ha logrado muy poco. De las iglesias ha conseguido comida, pero dice que no pueden pagarse el teléfono, ni tienen medio de transporte.
Según Andrade, antes de febrero del 2014 la persecución política en Venezuela era más selectiva, pero que después “se volvió general. Iba preso el que era y el que no era”. Algunos sufrieron torturas y cárcel, y los que fueron liberados y esperan juicio quedaron bajo amenaza de volver a ser encarcelados. Los que apoyaron a los estudiantes también sufrieron persecuciones políticas, explicó la activista.
Kameli Souki tuvo que someterse a una cirugía del tabique nasal después de que fue asaltada y golpeada en tres ocasiones por agentes el régimen como consecuencia de ayudar a los estudiantes.
Souki, de 32 años, llegó a Miami el 1 de julio junto a su esposo y su hijo de 6 años. Mientras espera los 150 días para solicitar permiso de trabajo, la pareja ha consumido todos los ahorros que pudieron traer de Venezuela. Dentro de dos semanas la familia tiene que mudarse del apartamento donde viven en Kendall, pero todavía no saben a dónde van a ir. La mayoría de los apartamentos que han visto para mudarse les piden el número de seguro social, otros no permiten mudarse con el niño a apartamentos de un solo dormitorio.
“Hemos logrado sobrevivir gracias a la ayuda de muchas personas pero necesitamos ayuda de la comunidad”, dijo Souki, quien madruga para ir a una iglesia donde, con una tarjeta, recibe alimentos para su familia cada dos semanas.
Según Andrade “el éxodo es alarmante”. Todos los días la activista recibe llamadas y correos electrónicos de personas que quieren abandonar el país.
Su organización produjo un video educativo que explica el proceso de asilo “para evitar las estafas, que son otro problema que tenemos en la comunidad venezolana”, dijo Andrade en referencia a “personas que están detrás de los venezolanos para llenarles las solicitudes de asilo, aunque no dominen el tema ni estén preparados.”
El reportero Antonio María Delgado contribuyó a este reportaje.
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Fuente: DC|ENH