Dicen que una imagen vale más que mil palabras. Y eso es lo que pensó Tasha Sturm, profesora del colegio californiano Cabrillo, en Estados Unidos. Para explicar a sus alumnos la importancia de lavarse las manos al regresar, por ejemplo, de la calle, inmortalizó la huella bacteriológica de la mano de su hijo de ocho años. Y la fotografía no deja lugar a dudas: nuestras manos sin lavar apestan y están repletas de bacterias.
La profesora, que ha explicado su peripecia en un post en Microbe World (el portal de la Sociedad Estadounidense de Microbiología), muestra la espectacular imagen de la mano de su pequeño que obtuvo a través de la utilización de una placa de Petri, un recipiente que de vidrio o plástico que se suele usar para cultivar células.
Sturm utilizó la placa esterilizada y agar tripticasa de soja, un medio de crecimiento bacteriano, y, acto seguido, presionó suavemente los dedos y la palma de su hijo para que hicieran contacto con el agar. Después, cubrió la placa y la introdujo en una incubadora a la temperatura del cuerpo humano (unos 37 grados), durante un día.
Luego dejó la placa a temperatura ambiente (unos 22 grados) durante unos días más. Y las bacterias que colonizaban la mano de su pequeño aparecieron por arte de magia. Sturm cree que el gran círculo blanco en la parte inferior derecha de la foto son bacilos, que se encuentran comúnmente en la suciedad. Algunas de las otras manchas blancas pueden ser estafilococos o estafilococos, mientras que los puntos amarillos y naranjas pueden ser hongos microscópicos.
Está comprobado que lavarse las manos evita enfermedades diarreicas, la segunda mayor causa de muerte de niños menores de 5 años en el mundo: todos los años se muere 1,5 millón de menores por esta causa. Además, frotarse las manos con agua y jabón aminora el impacto de infecciones respiratorias en un 23%, entre ellas la neumonía, que es la primera causa de muerte en niños menores de cinco años.
DC – Tecno