Por años, los pálidos habitantes nacidos en un archipiélago de islas abrasadas por el calor caribeño frente a las costas de Panamá han sido venerados como los nietos del sol. Pero ese mismo sol -su mítico y celestial ancestro- es también su principal enemigo.
Expertos dicen que hay cientos de albinos entre los 80.000 indígenas Guna, o Kuna, que viven en Panamá, cerca de la mitad en tierra firme de la región Guna Yala y en unas 39 de sus 365 islas salpicadas de palmeras. Aunque no se ha hecho un censo, Pascale Jeambrun, fundador de la organización local S.O.S Albino, afirma que uno de cada 150 niños en Guna es albino. A nivel global se cree que esta tasa se ubica en alrededor de uno entre 17.000.
En algunos países como Tanzania, los albinos pueden ser perseguidos y asesinados por ser símbolos de mala suerte o brujería. En contraste, los Guna tratan a sus niños albinos con amor y respeto. «Como dicen los ancestros es una bendición», dijo Yira Boyd, madre de Delyane Ávila, una niña Guna albina de seis años, que vive en la isla de Ailigandi. «Si uno los cuida llega al lugar especial que tienen los albinos en el cielo», agregó.
Pero aunque no son perseguidos, los albinos Guna enfrentan otra amenaza: el sol tropical que puede causarles problemas en los ojos y cáncer de piel. Más de la mitad de los albinos de la región sufren alguna forma de cáncer de piel, dice José Jons, un médico en la isla de Ustupu.
Al mismo tiempo que el conocimiento médico moderno acerca de la enfermedad empezó a penetrar el archipiélago, los casos reportados de cáncer de piel han crecido, según Rosa España, jefa de dermatología del Instituto Oncológico Nacional en Ciudad de Panamá. La especialista atiende ahora a unos tres albinos Guna por semana en su clínica, el triple que hace tres años.
Médicos consultados por Reuters dijeron que el número de albinos mayores muriendo de cáncer de piel se ha incrementado, pero el Ministerio de Salud de Panamá no lleva un conteo.
Los ojos grises de los albinos Guna también son vulnerables al nistagmo, un movimiento involuntario de los ojos que puede perjudicar la visión.
Debido a su piel sensible, los albinos Guna jóvenes deben ser trasladados de ida y vuelta desde sus casas a sus escuelas, para evitar el ardiente calor, mientras observan a sus amigos jugar en las calles.
DC | Reuters