Gritó, gritó con fuerza, tocó puertas y ventanas hasta que los vecinos de su madre, Yelitza Josefina Peña (37), salieron de sus habitaciones a socorrerlo. «Mi mamá nos sirvió jugo con campeón, no nos dejen morir», suplicó el niño de 12 años, mientras los efectos del raticida ya empezaban a hacer efecto en su organismo y el de su hermanito, de nueve, quien no pudo escapar de la pieza de su madre.
Una pareja no dudó al verlos desfallecer. Camino al CDI de Altamira, el pequeño prosiguió su historia. Su madre les dijo que los purgaría. Él y su hermano refutaron su decisión, pero igual tuvieron que tomarse el vaso de jugo de naranja meclado con campeón. Llevaba el vaso a la mesa cuando vio los seis sobres y pidió ayuda por la pensión, en el barrio Altamira Norte, donde vive alquilada su madre desde hace un mes.
Al verse descubierta por su hijo, Peña ingirió el resto de la bebida, como tardaba en hacerle efecto, tomó un cuchillo y se cortó las venas. En ambos intentos fracasó. Se recupera en la emergencia del Hospital General del Sur.
Andrea Rosales, tía y encargada de los niños en ausencia de su hermano, recordó que Josefina se presentó a su casa en la mañana. Le dijo que quería pasar el día con sus cuatro hijos, pero solo dos aceptaron acompañarla: el de 12 y el de nueve años.
La familia no supo más de los pequeños hasta que su padre, Alexander Rosales, recibió un mensaje de texto de una amiga de su expareja: «¿Ya llegaste a la fiesta?», y una llamada donde le decían: «Acaban de matar a dos de tus hijos».
El trabajador de PDVSA se acercó a la pensión. Allí no encontró a nadie. Corrió tras la pista de sus hijos, en el CDI le informaron que los remitieron a la sede del IVSS de Sabaneta. Al llegar a la emergencia, los médicos lo enviaron al Hospital Chiquinquirá. Los niños se recuperaban, «les hicieron un lavado de estómago y están fuera de peligro», titubeó el hombre afuera del centro asistencial. Sus manos temblaban y su rostro estaba pálido. Aseguró no tener palabras para describir ese susto.
Repentino
La pareja se separó hace dos años. Yelitza Peña se quedó con la casa matrimonial. A los meses abandonó la vivienda, le cedió la custodia a su expareja y decidió convivir con otro hombre en una pensión. Ocasionalmente compartía con sus hijos. Los niños quedaron a cargo de las tías y abuelos paternos, su padre rehizo también su vida y se mudó al sector Amparo. Construye una casa para llevarse a sus descendientes, dijo Andrea Rosales.
DC – LV