«… Pienso que la forma en que la vida fluye está mal. Debería ser al revés: uno debería morir primero para salir de eso de una vez. Luego vivir en un asilo de ancianos hasta
que te saquen cuando ya no eres tan viejo como para estar ahí. Entonces empiezas a trabajar y trabajas por más de 40 años hasta que eres lo suficientemente joven para disfrutar de tu jubilación. Luego fiestas, parrandas, alcohol. Diversión, amantes, novios, novias, todo, hasta que estés listo para entrar a la secundaria. Después pasas a la primaria y eres un niño que se la pasa jugando sin responsabilidades de ningún tipo. Luego pasas a ser un bebé y vas de nuevo al vientre materno y ahí pasas los mejores y últimos meses de tu vida flotando en un líquido tibio, hasta que tu vida se apaga en un tremendo orgasmo. Eso sí es vida». Quino
Les gusta identificarse como los nuevos adolescentes, pero sin el arrojo ni la angustia de los que no llegan ni a los 20. Es otra etapa, más reposada, pero no en el retiro; con posibilidades de jubilarse, pero no de quedarse inactivo. A los de 60 años ahora se les dice que forman parte de un nuevo grupo etario social, de una generación diferente conocida como la «sexalescencia».
Con ese término desechan incorporarse a la «tercera edad» o que sean identificados como sexagenarios. Se sienten jóvenes, productivos, activos y así quieren ser reconocidos en la sociedad.
Se trata de una verdadera novedad demográfica, parecida a la aparición, en su momento, de la «adolescencia», que también fue una franja social nueva que surgió para dar identidad a un universo de niños desbordados que no sabían, hasta entonces, dónde meterse ni cómo vestirse.
En el caso de los sexalescentes se refiere a un grupo de personas que probablemente ni siquiera se ha jubilado, que aún se siente en capacidad de ofrecer resultados positivos para la sociedad y que desecha la idea de que lo incluyan en una edad decadente, a las puertas de la vejez.
Los de 60 sienten que están estrenando una nueva categoría, que están plenos física y emocionalmente, y recuerdan la juventud sin nostalgia porque esa etapa también está llena de conflicto. No sueñan con jubilarse ni tampoco desean entregarse al deterioro o vencerse ante la enfermedad. A los 60 se dan cuenta de que están a tiempo de descubrir algo nuevo. Se atreven a los proyectos postergados o, al menos, intentan modificar algunos hábitos y costumbres que, en definitiva, nunca quisieron para sus vidas.
Así se siente la actriz venezolana Caridad Canelón, ya con 60 años. La gente en general y ella misma la percibe tan activa y productiva como los de 40. «Soy afortunada. Los que conocen mi trayectoria como artista piensan que tengo más edad porque me están viendo desde muy niña en la televisión. Incluso, creen que me he hecho un montón de cirugías. Les parece increíble que no aparente la edad que según ellos tengo. Pero hay otra gente que no me conoce y piensa que tengo 40». Ella está consciente de que en su trabajo, sobre todo en la televisión, empiezan a ser consideradas viejas a partir de los 30 y pico o 40 años. «Y eso ocurre con nosotras las mujeres, porque si los hombres tienen una que otra cana o alguna arruga se les considera ‘interesantes’, en cambio a algunas de nosotras nos asignan, con suerte, personajes de madres o abuelas, mientras que a otras les dicen: ‘Lo siento, pero en esta novela no hay papeles para ti’. Y sí, hay demasiada presión. Yo creo que hoy, igual que hace 20 años, tener 60 significa que estás viejo o vieja y que ya no eres productivo; por lo tanto, no te dan empleo y te mandan a la casa a descansar. Algunos nos revelamos ante eso y seguimos avanzando».
Caridad asumió que en Venezuela a las personas de 60 años las ven como gente mayor, retirada del ámbito laboral, dedicada al hogar, a su familia y a sus nietos. Y los de 60 pueden ser mucho más que eso.
Pirámide poblacional
Muchos médicos y psicólogos sugieren que este fenómeno de la sexalescencia tal vez tenga que ver con la aparición de lo que empieza a denominarse la «cuarta edad»: gente que vive de los 80 a los 10.
DC|Estampas