Armando Botell estaba sentado en una sala de entrevistas de la Policía de Hialeah, donde confesó que porque creía que su novia lo engañaba la mató a tiros mientras cocinaba en la cocina de la casa de ambos.
“Me di la vuelta con el revólver y decidí matarla para que no me hiciera eso otra vez”, dijo Botell a los detectives en diciembre de 1980.
Treinta y cinco años después, Botell se sentó de nuevo en una sala de entrevistas de la policía en el sur de la Florida, acusado nuevamente de matar a una joven tras un incidente violento de celos. Pero esta vez Botell no confesó nada, incluso cuando le mostraron los registros telefónicos que parecen ubicar a Romina Fernández, de 17 años, en casa de Botell aproximadamente a la misma hora de la muerte de la joven.
“No”, insistió Botell. “Ella nunca ha estado en mi casa”.
“Ella sí ha estado en tu casa, cien por ciento”, le contestó Juan Segovia, detective de la Policía de Miami-Dade, quien también le mostró fotos de vigilancia su vehículo Mercedes SUV desplazándose hasta y desde el contenedor de basura donde encontraron a Romina muerta, su cadáver quemado. “Tu has conducido ese carro un millón de veces”.
Botell se mantuvo en sus trece. “Yo no maté a Romina Fernández”, dijo.
La dramática conversación, grabada en video, es parte de la numerosa evidencia en el caso contra Botell, de 66 años, quien espera el juicio por asesinato en segundo grado después de su arresto en mayo. Los documentos revelan un caso circunstancial que sigue envuelto en el misterio, y que describe el pasado problemático de tanto la víctima como el acusado.
Botell se declaró inocente. “Ha mantenido siempre su inocencia”, dijo el abogado defensor miamense, Robert Finlay.
Romina fue una alumna problemática de secundaria que abandonó los estudios, que huía de casa con frecuencia, que batallaba con las drogas y que padecía de diabetes tipo 1, por lo que tenía que inyectarse insulina cada vez que comía.
En un momento en el 2013, Romina huyó de su casa y fue hospitalizada tras caer en coma. La joven tenía planes de ser cosmetóloga.
El 10 de octubre, su madre recibió un mensaje de texto desde el teléfono de la joven. Romina le decía que iba camino a Nueva York y de allí se iría a República Dominicana.
Pero Romina nunca volvió a llamar a su madre, Andrea Pérez, quien presentó un caso de desaparición ante la Policía de Sweetwater el 10 de octubre. Un día después, su cadáver fue encontrado en un contenedor de basura detrás de un centro comercial en la cuadra de los 11400 de West Flagler Street.
Su cadáver estaba “atado y quemado, irreconocible”, según un reporte policial. Romina fue identificada por un registro dental.
Días después de encontrar sus restos, llegó una carta a casa de Pérez. No se sabe si la escribió bajo presión, pero en la carta la joven admite que se prostituye y que se muda a Nueva York “con una amiga de Homestead”.
“No llores por mi. Te quiero”, escribió Romina en la carta.
Los reportes policiales muestran que detectives de la Policía de Miami-Dade buscaron a varios hombres con los que Romina se había vinculado.
Entre ellos había un joven de 21 años que fue sorprendido con Romina en la habitación de la joven en la casa móvil de su familia en Sweetwater, un antiguo novio de 31 años quien dijo que estaba en otra parte la noche que Romina desapareció, y otro ex novio que estaba preso en Nueva York en ese momento.
Siguiendo otra pista, un detenido dijo en enero a un policía de Miami-Dade que otro hombre que estaba detenido con él confesó haber estrangulado a su novia menor de edad antes de abandonarla en el contenedor de basura. Finlay dijo que planea investigar esas alegaciones. La policía opina que el otro detenido, quien falló la prueba con un detector de mentiras, inventó los hechos como parte de una campaña para salir de la cárcel cooperando con los investigadores en varios casos.
Para entonces, los detectives habían centrado su atención en Botell, quien había cumplido 10 años de prisión por el asesinato de su novia, Dilia Padrón, en diciembre de 1980.
Botell, un hombre ahora mayor y con barba se ganaba la vida en Miami vendiendo drogas a jóvenes, creen los investigadores. Después que Romina desapareció, Botell admitió a la policía en una entrevista anterior que se reunía con la joven, 50 años menor que él. “A veces decimos que somos primos”, dijo Botell.
Los investigadores creen que Botell, al menos durante los últimos dos años, le daba drogas a Romina, tenía relaciones sexuales con ella, guardaba fotos de la joven desnuda en su teléfono y se apasionó con ella.
“Estaba obsesionado. Era algo enfermizo la obsesión que tenía con ella”, dijo a los detectives Hasán López, amigo de Botell.
López dijo a la policía que en un momento Botell le pagó $100 para que la siguiera. También le confesó a López que la había golpeado.
“Era capaz de hacerle cualquier cosa”, dijo López.
Pero un detallado análisis de los registros del teléfono móvil de Botell llevó a la policía al arresto de Botell, quien llamó a Romina el día antes de su desaparición. Botell alegó que no había visto a Romina desde un mes antes de desaparecer.
Pero los registros muestran que el día antes del asesinato, Romina y Botell se vieron en el downtown de Miami, y después fueron a la casa del hombre en Sweetwater.
El teléfono de la joven permaneció en la zona de la casa de Botell hasta las 5 de la tarde del día siguiente, cuando lo apagaron. Tres horas después, videos de vigilancia muestran el Mercedes ML350 que se cree que conducía Botell llegar y salir del contenedor de basura.
Finlay, el abogado defensor de Botell, señaló que el vehículo no es de su cliente.
En realidad, el vehículo está a nombre de López, quien dijo a la policía que permitió a Botell inscribirlo a su nombre porque no tenía licencia de conducción. Botell era que el siempre manejaba el SUV, dijo la policía, y el vehículo fue visto por la policía estacionado en casa de Botell.
Los detectives también señalaron otras cosas asombrosas, aunque circunstanciales.
Después del homicidio, López ayudó a Botell a mudarse a un nuevo apartamento. Mientras cargaban las cajas, de una cayeron unos pantalones. “Esto es un recuerdo de la niña”, le dijo Botell, según López.
Los investigadores también encontraron dos artículos de periódico sobre el asesinato de Romina en el apartamento de Botell, y creen que Romina puede haber usado un sobre tomado de la casa de Botell para enviar la carta de de despedida a su madre.
López también dijo a los investigadores que Botell, después de su primera entrevista con la policía en febrero, estaba “ansioso y nervioso” y pidió que lo ayudaran a salir del país con destino a Sudamérica.
Cuando Botell fue arrestado en mayo, los detectives permitieron que López estuviera en la sala de entrevistas mientras cámaras grababan el encuentro en secreto.
López confrontó con furia a Botell. “Te mereces la silla eléctrica”, le dijo López. “Yo sé que lo hiciste”.
“Yo no he hecho nada”, le gritó Botell una y otra vez. “¿Dónde están las pruebas de que fui yo?”
La conversación degeneró en un enfrentamiento a gritos, hasta que los detectives sacaron a López del lugar.