Llegó de niño en compañía de su familia a los Estados Unidos. Cuando cumplió 18 años y antes de terminar su bachillerato, una desafortunada coincidencia lo vinculó con un caso de atraco y homicidio que cambió su vida.
La Policía lo sacó de su casa, lo capturó, torturó y obligó a firmar una confesión de algo que no hizo y que sirvió a un juez para condenarlo a 25 años de prisión.
El engaño de la confesión se desarmó esta semana cuando otro juez revisó el caso, ordenó la libertad, previo pago de una fianza de un dólar.
“No pensé en ese tiempo en otra cosa que no fuera mi familia, me aferré a la fe”.
En los 25 años que completó detenido injustamente logró una maestría en teología y ahora espera regresar a Colombia para revivir los recuerdos que tiene de la infancia.
Los rencores o venganzas no están en sus planes, asegura que en este momento lo que quiere es recuperar el tiempo perdido con su familia.