Si alguien tuviera que elegir la ubicación menos probable para el lugar de nacimiento de una revolución educativa verde, bien podría apuntar al distrito del sur del Bronx, en la ciudad de Nueva York.
Es el barrio más pobre de Estados Unidos.
Allí, más del 40% de los residentes viven por debajo del umbral de pobreza definido por las autoridades federales.
Es oficialmente el lugar «menos saludable» para criar a los niños en el estado de Nueva York.
Y, sin embargo, aquí es donde el profesor de secundaria Stephen Ritz fraguó un proyecto de cultivo de alimentos con sus alumnos que se ha adoptado en las escuelas de Estados Unidos y más allá.
El proyecto de Ritz, llamado la Máquina Verde del Bronx (GBM, por sus siglas en inglés), produce una cosecha de frutas y verduras.
Éstas se cultivan en jardines verticales de alta tecnología, con paredes comestibles de frambuesas, columnas de col rizada y pepinos, barricadas de arándanos y brócoli.
Alimentar la mente
Ha cultivado más de 15.900 kilogramos de alimentos.
Parte de la cosecha alimenta a estudiantes y profesores; el resto se lo llevan a sus casas o se vende en mercados comunitarios de GBM.
Todo comenzó por accidente, y sus orígenes son parte de la leyenda.
Ritz había estado trabajando como profesor de educación especial y decano de estudiantes en la Escuela Secundaria Walton, en el Bronx, cuando un día su clase recibió un regalo: una caja de 250 bulbos de narcisos.
«Tenía una clase de 17 niños, con problemas que incluían abuso de sustancias y antecedentes penales, niños marginados (…) Yo estaba tratando con problemas de disciplina, y estos bulbos parecían algo que los estudiantes podrían empezar a arrojarse entre ellos. No quería tener nada que ver con ellos. Puse la caja detrás de un radiador y me olvidé del asunto».
Ideas que crecieron
Tiempo después hubo una «gran discusión» en el aula: «Parecía que iba de mal en peor». Un estudiante se escondió detrás de un radiador y sacó lo que ahora era «una caja de plantas en flor».
El calor y el agua del radiador habían hecho florecer a los narcisos.
«Esto cambió todo. Los muchachos querían regalar flores a las chicas, y ellas querían hacer lo mismo con los chicos, algunos niños querían venderlos. Nos dimos cuenta entonces que pudiéramos crecer algo más grande».
Ritz canalizó este entusiasmo en un proyecto, cultivar flores para jardines comunitarios ornamentales en algunas de los barrios más problemáticos de Nueva York.
«Plantamos 25.000 narcisos en toda la ciudad, fuimos a zonas de pandillas que yo nunca esperaba ver».
Al mismo tiempo, Ritz era cada vez más consciente de la mala comida que tanto él como sus estudiantes consumían. Más de un tercio de sus alumnos procedían de hogares con «inseguridad alimentaria».
Como señaló, para algunos jóvenes que era «más fácil obtener una pistola automática que un tomate orgánico».
Obesidad Infantil
La obesidad infantil era rampante. «Los niños estaban cada vez más gordos y enfermos. Tenía niños de sexto grado que pesaban 90 kilogramos. Yo no podía aceptar eso».
El propio Ritz sufría de sobrepeso por comer demasiados «almuerzos de 99 centavos».
Su reacción fue: «¡Esto es una locura! ¡Deberíamos cultivar alimentos; era una licencia para imprimir dinero!».
Al principio, los cultivos se hacían al aire libre, rescatando parches abandonados de tierra alrededor de edificios habitacionales en mal estado. Los estudiantes prosperaron, y Ritz comenzó a bajar de peso.
Entonces la secundaria Walton fue clausurada y Ritz se encontró enseñando en la nueva Escuela Discovery en el mismo recinto.
Alrededor de ese tiempo descubrió los sistemas de cultivo de plantas en recintos cerrados y se dio cuenta de que estos podrían ser utilizados para llevar el proyecto a las aulas.
«Necesitaba el éxito que estaba teniendo al aire libre, pero adentro… Yo quería hacer algo mucho más replicable y escalable. Tenía sentido no estar limitado por el clima».
Así nació la Máquina Verde del Bronx. Además de convertir aulas sombrías en unos bonitos jardines y proporcionar vitaminas muy necesarias para todos, los cultivos también tuvieron un impacto dramático en el rendimiento escolar.
Lección de ciencias Orgánicas
Los estudiantes querían ver cómo le iba a sus semillas.
Había funciones para todos.
Aparte de las habilidades hortícolas, estaban los aspectos científicos del cultivo, tales como la importancia del valor del pH del agua; la cosecha, el pesaje, envasado y distribución de productos; la preparación y la cocción.
Además, se requería de marketing, ventas y distribución así como la documentación de todas las actividades.
Los datos de asistencia en la escuela Discovery aumentaron de 40% en 2008 a 93% en 2014. Ahora se ha alcanzado el 96%.
Muchos estudiantes han encontrado empleo como resultado directo de su trabajo en GBM.
El programa ha ayudado a crear más de 2.200 puestos de trabajo sostenibles para jóvenes. Los graduados del programa GBM han ido a trabajar como maestros, paisajistas y chefs, entre otros.
«Teníamos un sistema que era totalmente disfuncional y le dimos la vuelta. Pero a veces las soluciones más simples son las mejores».
‘Eterno optimista en jefe’
Hay otro factor en esta historia de éxito: las habilidades persuasivas del mismo Stephen Ritz, e «eterno optimista en jefe».
Sus poderes persuasivos han sido vitales para ganarse a los escépticos en las autoridades locales y nacionales, así como de las empresas de todo el país.
Sus estudiantes han instalado paredes verdes en algunos de los edificios más prestigiosos de Nueva York, y han ayudado a difundir el programa en países que van desde Colombia a Emiratos Árabes.
Este año, Ritz ha llevado el proyecto a una nueva fase. Se mudaron al cuarto piso de un edificio en Nueva York que solía alojar a una escuela pública.
Aquí, el equipo GBM está construyendo lo que se convertirá en el primer Centro Nacional de Salud y Bienestar, con una granja comunitaria cubierta, cocina de enseñanza y más.
Hablando desde una reunión en Las Vegas, donde tiene la esperanza de abrir un centro similar, Ritz explicó que apenas estaba comenzando con este nuevo y ambicioso proyecto.
El objetivo del Centro Nacional de Salud y Bienestar es «construir círculos concéntricos de éxito alrededor de la escuela (…) No quiero construir un oasis, sino una selva», dijo.
Trabajaría con niños y adultos para llevar empleos con salarios dignos a las comunidades más asediadas.
Cada estudiante se llevaría a casa una bolsa de fruta fresca y verduras cada semana, pero también la esperanza de empleo real a largo plazo.
«Una semilla bien plantada puede llevar a una cosecha de proporciones épicas y mis muchachos son una prueba de ello», aseguró.
DC/BBC