El modus operandi detrás del robo de camiones de comida en Catia

Las vías de Catia son estrechas y, durante cualquier mañana de la semana lucencundidas de negocios con puertas abiertas y cada vez menos productos en sus estantes. Por esas calles el asalto a camiones, que circulan para surtir de mercancía a los establecimientos, es un secreto a voces. Se ha vuelto un elemento más de la inquieta dinámica comercial que se respira en la zona.

Jesús Rojas y sus dos asistentes descargan barras de queso y jamón desde un camión blanco, acelerados, mirando hacia todos lados. Cuando se les pregunta la razón de su nerviosismo aseguran que es porque en ese sector “uno no puede descuidarse porque le quitan toda la mercancía”.

En cuatro años “cubriendo” esa zona la lotería le tocó hace aproximadamente seis meses. Descuidó su camión y, en el tiempo que tardó comprando un café, los delincuentes picaron el candado de la puerta trasera y cargaron con todos los productos que charcutería que llevaba. “Gracias a Dios que fue así y no pasé ese susto. Lo más importante es la vida de uno”, explica, mientras asegura que las empresas “están claras del riesgo que corren cuando mandan algo para estos lados”.

Los choferes de las empresas distribuidoras tragan grueso cuando se les asigna “cubrir” Catia. Ellos, según el relato de varios gerentes de tiendas que pidieron reservar su identidad, tienen cuatro alternativas. La primera, ser neutralizado —con o sin arma de fuego—, obligado a abrir las puertas de su camión y despojado del cargamento. La segunda, conducir mientras es desvalijado por “pirañas”, sujetos ágiles que se trepan en las puertas, pican los candados y descargan la mercancía con el vehículo aún en movimiento.

La tercera tiene lugar cuando se atreven a estacionarse a unos cuantos metros del establecimiento. Ellos y sus ayudantes son víctimas de “ruedas de pescado”, es decir, son rodeados por los delincuentes, intimidados y despojados de mercancías de toda índole. “Aquí se roban las cosas con todo y carretillas. El otro día se robaron un cargamento de zapatos y se veían pasar las carretillas full de cajas para allá abajo (sur de la calle Argentina)”, detalla un trabajador del abasto “El placer de la res”.

La cuarta opción es más segura para el conductor, pero más costosa para las empresas y consumidores: contratar escoltas temporales con el fin de que resguarden el descenso de las cajas desde el camión, hasta los galpones. La cuenta corre por cuenta de la empresa productora y repercute en un incremento de al menos 20% sobre el precio de venta al consumidor de los productos, según una estimación hecha por un trabajador del comercio Lácteos Flor de Catia.

Algunos productores han optado por suspender la distribución en la zona. “Sobre todo los de embutidos: Servipork, Plumrose. Paisa y Polar mandan los camiones, pero con escoltas”, explica el trabajador de la tienda de Lácteos Flor de Catia. José Marcano —nombre ficticio empleado a petición de la fuente— es un distribuidor de productos y trabaja desde hace dos años, una vez por semana, en la zona. Asegura que le asignan esa ruta, a pesar de ser una “guillotina” (muy peligrosa), porque “no es ningún nuevo (principiante)”.

Cuando se le pregunta sobre las “pirañas”, se ríe como si se tratara de un chiste de humor negro. “¡Eso es triste! —dice— a mi nunca me ha pasado, pero sí he visto como se lo hacen a otros”. Marcano, como la mayoría de los conductores, no es parte de las nóminas fijas de las empresas. No tienen más seguridad que su propia astucia.

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DC | Runrun.es

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