Cuando Margaret Wegner tenía 4 años de edad, se cayó y la punta afilada de un lápiz de 8 cm le perforó una mejilla y se incrustó en su cerebro. El objeto alojó ahí durante años bajo instrucción médica, puesto que no existía una técnica quirúrgica eficaz y segura como para sacarlo.
Convivió con el objeto y los dolores de cabeza crónicos y el sangrado de nariz la acompañaron durante poco más de 5 décadas. Finalmente, un otorrinolaringólogo pudo identificar el lugar exacto del lápiz, medir los riesgos y extirpar la mayor parte del objeto. Los demás trozos que no dañan la salud de Wegner quedaron dentro.
DC/BS